LA HABANA, Cuba.- La señora Graciella Pogolotti, vicepresidenta de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), y presidenta de la Fundación Alejo Carpentier, ha devenido una especie de “tanque pensante” del castrismo. Su habitual columna dominical en el periódico Juventud Rebelde es reproducida automáticamente al día siguiente en el diario Granma, órgano oficial del Partido Comunista. Una práctica, por demás, hasta ahora inédita en este último medio de prensa.
Este domingo 5 de febrero apareció el artículo “Efemérides”, en el cual la doctora Pogolotti, tras reclamar una reacción de la izquierda ante el acelerado avance de la derecha en la región, señaló que “ciertas señales sugieren modificaciones en el modelo de globalización instaurado en los últimos años. En lo económico, los conflictos en la Unión Europea y la victoria electoral de Trump, parecen reivindicar tendencias proteccionistas que amenazan la supervivencia de los más vulnerables en términos de desempleo, supresión de programas sociales y dramático crecimiento de la brecha social”.
Vayamos por partes. La señora Pogolotti da a entender que se avecinan cambios en la estrategia comercial de Estados Unidos hacia Latinoamérica, que dejarán atrás el libre comercio, hasta ahora alentado por Washington.
Según el discurso tradicional de la izquierda, el libre comercio —contenido en los Tratados de Libre Comercio (TLC)— es un mecanismo empleado por la Casa Blanca para recolonizar a los países del área. En ese contexto, los productos del vecino norteño desplazan a los nativos de nuestra región, y las empresas transnacionales impiden la acción soberana de los gobiernos latinoamericanos sobre sus respectivas economías.
Sin embargo, el nuevo presidente norteamericano prefiere contemplar la otra cara de la moneda. Porque Washington también debió abrir su mercado para que entraran preferentemente ciertos productos latinoamericanos. En esas condiciones hubo crecimiento económico en América Latina, al tiempo que cierre de algunas empresas y el correspondiente desempleo en Estados Unidos. Y, precisamente, esta cara de la moneda es la que no desea Donald Trump para su país.
Entonces sobreviene la reacción de la señora Pogolotti —que coincide con el punto de vista de la izquierda regional— al sugerir que el proteccionismo de Trump podría crear desempleo, la supresión de programas sociales y otros males en América Latina.
Pero, ¿en qué quedamos? Criticaron a Estados Unidos cuando alentaba el libre comercio, y ahora critican la tendencia proteccionista de la nueva administración norteamericana. Evidentemente, salta a la vista la actitud hipócrita de la extrema izquierda latinoamericana —los Maduro, Raúl Castro, Evo Morales, Rafael Correa— que nunca ha reconocido lo que constituye un hecho indiscutible: América Latina también se ha beneficiado con la práctica del libre comercio.
Al parecer, los gobernantes cubanos han logrado contagiar a buena parte de la izquierda latinoamericana con ese antinorteamericanismo que oficia como la columna vertebral de la política exterior de la isla. Bajo ese prisma, haga lo que haga Estados Unidos, siempre recibirá la condena de un discurso carente de argumentos pero repleto de beligerancia.