GUADALAJARA, México, diciembre, 173.203.82.38 -En la capital cubana hay varias oficinas de Inmigración y Extranjería distribuidas por los municipios habaneros, las cuales se han encargado durante décadas a los complejos y bochornosos trámites que se le ocurrieron a Fidel Castro para controlar el flujo migratorio y recaudar dinero.
Una cosa que siempre me llamó la atención es que todos los funcionarios que atienden al público en esas oficinas son del sexo femenino, y digo “sexo femenino” porque no sería adecuado utilizar otros calificativos que se utilizan comúnmente para este género como: “damas”, “señoras” o incluso “compañeras”, ya que el común denominador de todas ellas es ser déspotas, maleducadas, agresivas y groseras en su labor diaria.
Pareciera que estas características son indispensables e intrínsecas para ese trabajo y es entendible por dos razones fundamentales:
1. La naturaleza maléfica y avasallante del régimen castrista y comunista, que cataloga de “gusanos” y “traidores” a los ciudadanos que desean viajar al exterior, ignorando que ese es un derecho de todo ser humano.
2. La envidia que corroe a los funcionarios que tienen que autorizar a otros a salir del país cuando ellos no pueden hacerlo, tanto por razones económicas como ideológicas.
Conocí a un muchacho de 20 años que se casó con una mexicana que le doblaba la edad. Cuando tuvo la entrevista para el Permiso de Residencia en el Exterior (PRE) la militar que lo entrevistó se lo negó. Pero no solo le comunicó la decisión, sino que lo insultó a viva voz, diciéndole que era un jinetero, un descarado, y cuanto adjetivo insultante le vino a la mente, humillándolo públicamente. Es posible que incluso tuviera razón, pero el tener un uniforme del MININT y grados sobre el hombro no le da derecho a ofender y degradar a los ciudadanos, ni incluso a juzgar la vida privada de nadie.
He visto como dos empleadas de estas oficinas han estado riéndose y conversando y de repente se dirige a una de ellas un ciudadano con una pregunta o a realizar un trámite y cuando se voltean a verlo les cambia totalmente la expresión del rostro, tornándose dura, fría, tajante, cortante y en ocasiones hasta cínica e irónica y demostrando un evidente desprecio por la persona que tienen en frente.
Claro, que todo eso cambia si de repente el ciudadano les dice: “vengo de parte de fulanita… para lo que ella habló con usted ayer…” Como por arte de magia los músculos del rostro se le aflojan y pareciera que hasta podría ser capaz de esbozar una sonrisa. Mira hacia los lados y le dice discretamente al potencial cliente: “vamos para aquella oficina…, ¿trajiste todos los papeles?”
Todo el mundo sabe en Cuba que las oficinas de Inmigración son un gran negocio para las que allí trabajan, al menos para tener una entrada de dinero extra en moneda dura que las alivie de la miseria, y que en los “cuadres” que allí se hacen y las “ayudas” que ofrecen las oficiales que atienden al público, también las jefas se salpican.
Aunque es poco frecuente, a veces los negocios salen mal y después de cobrar una buena suma en CUC el trámite se traba, el que pagó no logra viajar, y si se enoja o no le devuelven su dinero en tiempo y forma, y pone una denuncia por corrupción, las cosas terminan muy mal; como ocurrió hace algunos años en la Oficina de Inmigración del Municipio 10 de Octubre, donde terminaron varias funcionarias en la prisión para mujeres conocida como: Manto Negro.
En los aeropuertos también hay personal de Inmigración y Extranjería en las taquillas de salida y de entrada a Cuba. Pero el trato al recibir este servicio ya es cuestión de suerte, pues hay de todo en ese personal que cuenta tanto con hombres como con mujeres. Hay oficiales amables y respetuosos y otros con el mismo perfil de las oficinas municipales.
Después de mi estancia en “100 y Aldabó”, del juicio y el pago de mi multa, tuve muchas dificultades para salir de Cuba, tanto por la prohibición de salida del país puesta por un instructor del DTI llamado: Milko Liranza Labañino; como del personal de Inmigración que trató de retenerme el mayor tiempo posible sin motivo alguno, aún después de haber sido retirada esa prohibición como resultado de las
quejas que mandé a cuanto departamento de atención a la ciudadanía tuve conocimiento de que existiera.
En contraste con la actitud déspota y prepotente de las chicas de Inmigración municipales, logré viajar gracias a la intervención de dos tenientes coroneles del edificio del Ministerio del Interior, situado frente a la Plaza de la Revolución. Lamentablemente no sé sus nombres, pero esas dos mujeres sí se portaron como damas, al igual que la Teniente Coronel Laura Chan, Jefa de la Oficina de Inmigración y Extranjería Nacional en el municipio Playa, las tres actuaron de forma muy respetuosa, profesional y correcta.
Andy P. Villa es autor del libro: “Memorias de 100 y Aldabó, la Prisión más Temible de Cuba“