MIAMI, Florida, agosto, 173.203.82.38 -Recientes rumores sobre un supuesto levantamiento al veto que ha impedido durante años la divulgación en emisoras cubanas de artistas exiliados ocupa en estos días la atención de algunos medios informativos. Según un cable noticioso emitido por Sarah Rainsford, corresponsal de BBC en La Habana, la información fue confirmada a esta agencia por fuentes dignas de crédito ubicadas en diferentes emisoras radiales de la capital cubana. No obstante la noticia de la que se han hecho eco numerosas publicaciones, un nuevo elemento de controversia entre los exiliados, no ha sido confirmada o negada por los medios oficiales de la Isla.
Según la nota periodística se trataría de un nuevo paso dentro de los cambios emprendidos por la cúpula partidista cubana bajo dirección de Raúl Castro. Un pequeño signo de las reformas emprendidas por el General que ahora se encarga de suspender una lista negra que recoge importantes artistas entre los que descuellan glorias de la cultura cubana. Celia Cruz, Willy Chirino o Gloria Estefan serían los más destacados en un largo listado al que en medio siglo han sido agregados Paquito de Rivera, Bebo Valdés, Albita, Arturo Sandoval y muchos más. Un catálogo realmente largo y vergonzoso que nunca debió existir.
El pretexto alegado sobre la negativa a hacer público este levantamiento resulta ridículo desde la insinuación de que hacerlo sería admitir la existencia de una censura, algo que el gobierno cubano nunca se ha preocupado en justificar ni eludir. Ni siquiera se ha molestado en abundar en explicaciones a la hora de aplicarla. Incluso tuvo mayores miramientos cuando los excluidos resultaron cantantes foráneos, como ocurrió con aquellos que actuaron en Chile tras el golpe militar o expresaron una opinión crítica sobre el régimen de la Isla. Con los cubanos simplemente se utilizó el ucase interno y la gente supuso el motivo. El silenciamiento imprevisto confirmaba que el excluido había caído en desgracia. El ostracismo de Pedro Luis Ferrer apenas trascendió de aquellas reuniones relámpago donde la militancia comunista recibió la información de que el cantautor pertenecía a “los derechos humanos” y por ello quedaba suprimido en todos los medios. Así de sencillo desaparecieron por buen tiempo Pedro Luis y su vaquita Pijirigua hasta su reciente aparición sorpresiva, también sin explicaciones.
Es positivo que el gobierno cubano decida suspender la lista de artistas prohibidos, pero más lo sería que tuviera el gesto de hacerlo público. Sucede que estas anunciadas medidas tienen una misión coyuntural. Desviar la atención o crear expectativas pueden ser algunas razones. Es coincidente que la filtración de la medida aparezca justo en los días en que la muerte de Oswaldo Payá y Harold Cepeda levita en el ambiente.
Pero más allá de las correcciones adoptadas dentro de un sistema totalitario, por positiva que resulte su valoración, hay que tener en cuenta que su aplicación no tiene que significar una señal de cambio real o duradero. Un reportaje de televisión española transmitido desde La Habana dio a conocer el cierre del complejo cultural El Cabildo. El centro que servía de sede a la agrupación Ópera de la Calle y que a su vez se autofinanciaba con las ganancias de un restaurante perteneciente a la cooperativa, fue cerrado bajo acusaciones de “enriquecimiento ilícito” según denunció el barítono Ulises Aquino, gestor y propietario del proyecto privado. Empresas como esta vieron la luz tras las reformas económicas tomadas por el gobierno raulista, siendo ampliamente divulgadas en la gaceta Oficial de Cuba y contando con el respaldo propagandístico de los medios oficiales.
Si en definitiva la prohibición fuese eliminada no hay mérito alguno en ello. Desde hace mucho tiempo la gente la había ignorando. A finales de los setenta Celia Cruz regresó a los hogares cubanos en las cintas de aquellos rústicos magnetófonos, imprescindibles en la pacotilla de los estudiantes y trabajadores que venían de la Europa socialista. La música prohibida llegó además en los casetes de los marineros mercantes o en los maletines de funcionarios cubanos que trabajaban en el extranjero, para luego ser reproducidos infinitamente.
En 1986 el encuentro entre el equipo juvenil de baseball norteamericano con la selección cubana tuvo de trasfondo la música de Miami Sound Machine. La voz de Gloria Estefan se amplificó por el sistema de audio del estadio Latinoamericano durante aquellos encuentros. En ocasión de una visita a la cárcel de Cabaigüan donde estaba recluido el preso Omar Rodríguez Saludes, escuché a Celia y a Willy amplificados increíblemente por el sistema de amplificación del penal. Según me contó el propio Omar en los días en que estuvo internado en las celdas de Villa Maristas uno de los pocos sonidos agradables que le llegó de las afueras del hermético recinto fue la voz de Manolín, cantando su deseo de hacer un puente de unión entre Miami y La Habana. Evidentemente alguien tenía puesto el disco a todo lo alto desde alguna casa circundante.
Por eso da lo mismo que la lista se publique o no. Que la medida sea real y efectiva o que los productores de radio, puestos a escoger entre las dudas y el compromiso político, sean los encargados de continuar con la censura o decidan arriesgarse a confiar en la buena fe de la disposición. La gente de la calle hace tiempo prescindió de la prohibición haciendo que los artistas exiliados vuelva a escucharse en el espacio donde nunca debieron ser silenciados.