LA HABANA, Cuba.- De acuerdo a esas anécdotas que aparecen en los libros de viejos amigos de Fidel Castro, publicados los primeros años de la Revolución, sabemos que en la temprana fecha de 1945, con apenas 19 años, Fidel, hizo el primer intento por apoderarse del poder en Cuba.
Se cuenta que, junto a otros estudiantes, entrevistó a Ramón Grau San Martín. En un momento que Grau se ausentó del despacho, Fidel expresó la idea de lanzar al viejo presidente por la ventana y ocupar así la presidencia del país. Alguien le dijo: “¿Estás loco, Fidel, eso que propones es un crimen?”
Su segundo intento fue cuando se postuló para representante en las elecciones que se celebrarían en 1952, por el Partido de Eduardo Chibás.
El tercero lo hizo en agosto de 1951, muerto el líder ortodoxo. El impetuoso guajiro de Birán sugirió la idea de llevar el cadáver en brazos por las calles y sentarlo en la butaca presidencial, para ellos tomar el poder.
Hechos ya confirmados en documentos de la Historia, continúan describiendo todos y cada uno de los intentos de Fidel por convertirse en el dueño de la Isla de Cuba.
El cuarto fue en 1953 cuando, junto a más de cien jóvenes, en su mayoría menores de edad, encabezó el innecesario y disparatado asalto al Cuartel Moncada de Santiago de Cuba. Murieron casi todos, mientras Fidel huyó, se escondió en un bosque durante días, fue descubierto y llevado a la cárcel.
En 1955 realizó su quinto intento. Exiliado en México y tras aceptar una amnistía gracias a la nueva toma de posesión de Batista como presidente, Fidel se tranzó por la tradición política y envió un mensaje al periódico Alerta, el de más circulación en Cuba. Allí declaró que renunciará a la invasión que preparaba en Ciudad México, si Batista aceptaba su Programa de Cinco Puntos: dimisión del presidente, elecciones generales en un plazo de 90 días, ruptura de relaciones diplomáticas con Trujillo y amnistía para los presos políticos. Los puntos restantes del documento reflejaban a las claras que si perseguía algo, era precisamente el dominio total de su lucha.
Batista no aceptó y el yate Granma salió de Tuxpan hacia Cuba con casi cien hombres, en noviembre de 1956: Su sexto intento. El desembarco fue bombardeado por la aviación de Batista.
A finales de ese año, los sobrevivientes se agruparon como guerrilleros en las montañas de Oriente, hecho considerado como su séptimo intento.
La historia verdadera de esa guerrilla está por conocerse.
En 1957, Fidel dio como muertos cinco mil hombres. En agosto de 1958, dijo que eran seis mil. En la Revista Bohemia de 1959, gracias a Enrique de la Osa, se dio la cifra de 20 mil. Cuando un corresponsal del New York Times la repitió, Batista respondió que estaba demasiado exagerada. Pero los 20 mil muertos quedaron como cierto, una de las grandes mentiras de la Revolución.
Dos intentos más hizo el jefe guerrillero para acelerar su llegada al poder, sobre todo al ver que su guerra podía prolongarse largos años. El número de miembros del Ejército era muchísimo mayor y estaban mejor armados. Entonces se le ocurrió proponer —en 1957 y en 1958—, una huelga nacional al pueblo. Volvió a fracasar. Nada hizo el pueblo al respecto, a no ser los actos terroristas de los grupúsculos terroristas, fácilmente controlados por la policía de Batista.
Fue entonces que ocurrió algo que hoy pocos saben: el día 4 de enero, cuatro días antes de la llegada de Fidel a La Habana, Tony Varona, prestigioso político del exilio, esperaba en Cuba un gran barco con armas, traído por Aureliano Sánchez Arango, con el propósito de adelantarse a Fidel. En él venían los demócratas más reconocidos del exilio cubano de Miami.
Sobre este hecho, muy poco se ha dicho en la prensa castrista. Recordamos, eso sí, cómo por orden de Fidel, avanzaron por la Carretera Central no sólo los guerrilleros de la Sierra Maestra, sino todos los que quisieran sumara a la caravana, convertidos en falsos guerrilleros, para dar la impresión de que el Ejército Rebelde se componía de miles de hombres y mujeres.
Tan ansioso estaba por alcanzar el poder político, que el día 8 de enero emprendió una desesperada y loca carrera hacia La Habana, pisándoles los talones a los demócratas del exilio y así quitarlos del camino.