LA HABANA, Cuba – Cada vez que surge una nueva organización de opositores contra la dictadura cubana, nuestra gente –viva en la Isla o en el exterior– reacciona por lo general de dos formas: con indiferencia o con una actitud crítica que oscila entre la desconfianza, la sospecha, el hartazgo y la chanza. “Ah, otra sigla más”, exclaman.
A pesar de que las valoraciones a priori no suelen ser prudentes, ni justas, lo cierto es que la vida no les ha demostrado suficientemente que se equivocaron al prejuzgar.
Por supuesto que con el giro tan significativo que empieza a dar por estos días nuestra atmósfera política, sería de esperar que se produzcan cambios sustanciales tanto en las estrategias como en los enfoques del movimiento opositor. Y es lógico que después de tales cambios (pero sólo después) la gente también rectifique por su lado, revalorando las dos actitudes descritas arriba.
Es comprensible así la precipitación de los que hoy se muestran escépticos ante el surgimiento de la Mesa de Unidad de Acción Democrática (MUAD). Pero tal vez no estaría mal esperar un poco en este caso. Hay razones para el optimismo.
Entre atrincherarse o ajustar acciones y demandas políticas de cara a las nuevas circunstancias que les impone el restablecimiento de relaciones entre el gobierno de Estados Unidos y el régimen cubano, algunos miembros del movimiento opositor –los más racionales, creo yo– han resuelto lo segundo. Fruto de tal actitud debe ser sin duda la creación de MUAD. Y este hecho, por sí solo, representa ya un indicador que merece cuando menos nuestra atención.
Manuel Cuesta Morúa, una de las cabezas visibles de MUAD, ha declarado públicamente que esta organización persigue superar el debate sobre la nueva relación entre La Habana, Washington y la Unión Europea, con el objetivo de asumir esa realidad e intentar, en su contexto, un cambio hacia una democracia participativa y ciudadana, encaminada a derrumbar las estructuras dictatoriales del régimen aprovechando justamente ciertas ventajas que ofrece el deshielo.
De inicio, la intención promete. Y aún más cuando quien la proclama es un líder opositor de incuestionable trayectoria, que precisamente en los últimos tiempos se ha estado dedicando a cimentar los pilares para este enunciado, a través de la realización dentro de Cuba de talleres populares sobre la Democracia Deliberativa, una labor que ahora puede resultar básica para facilitar el plan de MUAD.
Ya sabemos que durante largo tiempo y de múltiples maneras, el régimen se ha dedicado a borrar todo rastro de conciencia cívica y cultura política entre nuestra gente. Es algo que necesitan hacer las dictaduras. Pero la de aquí logró superar todas las marcas, al disponer de muy abundante tiempo y recursos para hacerlo, fuese mediante el adoctrinamiento y el miedo, o creándonos dependencias y necesidades tan imperativas que parecen no habernos dejado espacio en el cerebro para pensar en otra cosa que no sea la supervivencia.
A ello se debe, en parte, que el movimiento opositor no haya logrado cifras sustanciales de simpatizantes y seguidores entre la población. De modo que si hoy cambian las circunstancias y hay que cambiar los métodos de enfrentamiento contra la dictadura, se impone, ante todo, recuperar esos valores perdidos.
Cuesta Morúa parece haberlo visto claro aun antes de que se produjera aquí esta nueva coyuntura política. Y supongo sea la razón por la que, desde hace un tiempo, organiza en barrios y pueblos los talleres sobre Democracia Deliberativa, la cual persigue que cada ciudadano de a pie esté realmente informado, involucrado en la solución de los problemas de su entorno y, además, abierto a escuchar diferentes opiniones con el fin de adoptar las mejores.
Desde luego que al servir como base de toda una estrategia, este esfuerzo educativo y formador no puede discurrir en forma aislada al resto de los objetivos de MUAD. Orientar a la gente sobre cómo actuar inteligente y decentemente en política, pero a la vez ir aplicando lo que se imparte: creo que es uno de los presupuestos primordiales de MUAD, y por eso la veo con optimismo.
Por lo demás, no resulta menos esperanzador su enunciado propósito de aglutinar en un amplio espectro, y a través de una composición plural, a diferentes grupos opositores. De hecho, en la primera formación de la Mesa de Unidad de Acción Democrática (MUAD), alinean organizaciones tanto de la Isla como del exilio, formando un interesante abanico de tendencias políticas bien diversas.
Si al final MUAD termina o no siendo otra sigla inútil dentro de las muchas que ya posee el movimiento opositor cubano, es algo que sólo podrán determinar el tiempo y los hechos. Pero obviamente nos está mostrando fuerza en el arranque.