LA HABANA, Cuba.- Con pesar y aun con alarma, he recibido la noticia del cierre de la web de Primavera Digital, por parte de su patrocinador (que no su dueño), el Centro Internacional Demócrata Cristiano de Suecia. Además de doloroso, resulta muy difícil aceptar que debido a simples problemas en la comunicación entre los directivos de ambas partes, la prensa independiente cubana pierda de un tirón este diario que se edita en la isla desde 2007, y nos veamos obligados a prescindir de su concurso en un momento que va a resultar imprescindible dentro de nuestro cada vez más amplio y fuerte, pero, por lo mismo, cada vez más enrarecido espectro.
Ya se han discutido públicamente (quizá en demasía) los puntos de vista de las dos posiciones en conflicto. De modo que no queda mucho por agregar, como no sea la elevación de un clamor a las organizaciones internacionales amantes de la democracia, especialmente a aquellas que siguen con interés el quehacer de nuestra prensa independiente, para que no permitan que la dictadura cubana termine librándose impunemente de esa piedra en su zapato llamada Primavera Digital.
Por lo demás, la circunstancia tal vez sea oportuna para nuevas cavilaciones en torno a nuestra labor.
¿Sobre qué temas deben escribir los periodistas independientes de Cuba? La primera respuesta es obvia: sobre todo lo que les venga en gana, si es que en verdad aspiran a ser independientes. No es a quienes escriben sino a los editores que aceptan o rechazan directamente los textos (y a los patrocinadores que costean cada proyecto) a los que corresponde la tarea, supongo que ingrata, de trazar pautas. Sin embargo, ya que trabajamos dentro de un medio hostil al ejercicio libre de la profesión, podría ocurrir que cada periodista, individualmente, tenga además otras respuestas para esa pregunta inicial.
Yo, en particular, tengo otra, que es la misma pero con una salvedad. Debemos escribir sobre lo que nos dé la gana, siempre que lo hagamos con honestidad política, lo que es decir dejando clara nuestra innegociable posición contra la dictadura.
Pero se trata sólo de un precepto privado, el mío, que estoy seguro es compartido por muchos, aunque no por todos. Habrá algunos a quienes no les interese mostrarse irreconciliables con el régimen, porque no lo detestan suficientemente quizá, o porque no han logrado dominar completamente sus miedos, o porque se consideran apolíticos o les conviene posar como tales en una isla en la que ser auténticamente apolítico resulta más raro que no saber bailar.
Si nos atenemos a la diversidad de sus enfoques y a los efectos de su alcance concreto, podría afirmarse que el periodismo independiente cubano atraviesa hoy por uno de los mejores momentos de su historia, o tal vez el mejor. Ello no significa una desvalorización de otras etapas anteriores. En modo alguno. Vayan siempre por delante nuestro agradecimiento y admiración por los iniciadores y por todos los que en las más adversas circunstancias desafiaron la despiadada represión, la cárcel, la calumnia… Pero es un hecho que la mayoría de edad que estamos exhibiendo en estos días responde, sobre todo, al creciente número de quienes lo ejercen y a la pluralidad de sus temas y apreciaciones.
Y no es cierto, en absoluto, eso de que no se deban dirimir nuestras diferencias públicamente, porque así se debilita la unidad de las fuerzas opositoras. Tal falacia nos la inoculó el régimen en la sangre desde niños. Lo que sí es cierto es que las diferencias de criterios y aun de comportamientos, tanto como su ventilación al aire libre, resultan consustanciales a las prácticas de la democracia. De manera que no hay sitio para rejuegos verbales: se discute a las claras sobre cualquier asunto por espinoso que sea, o no se actúa democráticamente.
Por lo demás, a mí particularmente no me apesadumbra que se hable de jardinería o de modas en los medios de la prensa libre. No son temas de mi interés, pero entiendo que se puede ser enemigo de la dictadura y a la vez amante de la jardinería, como se puede ser zurdo y de Matanzas. Casi más insoportable me resulta, por ser manido y facilista y tan superficial como la moda, que sigamos atiborrando el espectro con fotografías de edificios en ruinas y de vagabundos al límite, sin analizar con la debida profundidad las causas del fenómeno.
Claro que en esto, como en todo, también puedo estar equivocado. Es una opinión personal. Nada más. Incluso, reconozco que padezco de opiniones equivocadas en cuanto a lo que se debe o no publicar a través de la prensa independiente.
Yo, por ejemplo, no me permito jamás tratar asuntos que puedan servir de estímulo o de pretexto para las pavorosas redadas de la policía. Prefiero ser cómplice de transgresiones menores de la ley, por parte de bisneros al margen, antes que servírselas en bandeja con mis informes a un régimen represor e ilegal.
Nadie es perfecto, como diría el personaje de Bocaza en la película “Algunos prefieren quemarse”. Pero va y en esa imperfección podría radicar nuestra fuerza.
Nota:
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