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LA HABANA, Cuba.- Ya las cosas no son iguales en la isla, y los niños sufren también las consecuencias. Antes los padres, los abuelos, y hasta los tíos, cantaban a sus niños “arrurú mi niño, arrurú mi amor, duérmete pedazo de mi corazón”. La mayoría de los bebés dormían arrullados con canciones como “azótate la mocita con la mano en la cabecita” o “el gatico Vinagrito”. Los padres y los abuelos se sentaban entonces en un sillón para mecer a los niños y cantaban un enorme repertorio de melodías infantiles que escuchábamos mientras no conseguían dormirnos; pero todo cambió luego.
Más tarde llegarían los días de la escuela y el ingreso a la unión de pioneros, esa que nos obligó a asegurar casi gritando, y con la mano en diagonal sobre la frente, que seríamos como el Che, aunque sólo quisiéramos ser como papá o como el abuelo, aunque todavía no supiéramos nada de aquel argentino. Los niños que fuimos, los que lo son aún, dejamos de aspirar a ser lo que quisiéramos para terminar gritando que añorábamos ser, aunque no fuera cierto, como un hombre con una enorme propensión a la guerra, cuando debíamos estar añorando juegos y juguetes, caramelos, playas y paseos, muchos paseos, y risas.
Lo mismo sucedía cuando se encendía la televisión y en lugar de mirar a Lulú, a Tom y Jerry o al gato con botas, aparecía siempre Elpidio Valdés en la pantalla, que aunque no niego que tiene cierta gracia, relata cada vez una misma guerra entre los muy buenos contra los muy malos, entre los muy listos contra los muy tontos, lo que no deja de ser un cliché tan socorrido por soviéticos, coreanos y cubanos, e incluso en Disney. Y también aparecía Chuncha, esa muy lista y vieja cederista con moño que siempre lo resolvía todo y cerraba su discurso chillando: “Alabao!”.
Los niños cubanos crecieron “queriendo” ser como el Che, al menos en los discursos, y la mayoría tuvo que conformarse con juguetes muy feos, con esos que preparaban sus padres con dos botellas amarradas que halaban como si fueran una yunta de bueyes, y sustituimos las espadas por la breve rama de cualquier arbusto. Fueron, y siguen siendo para muchos, días de muñecas de trapo y zambullidas en los ríos, de infinito mataperreo que culmina en la siguiente sesión escolar, con el “Seremos como el Che y el Patria o Muerte”.
Los niños cubanos crecieron mirando dibujos animados donde las confrontaciones estaban a la “orden del día”, donde el discurso revolucionario y el adoctrinamiento resultaba más esencial que la diversión, incluso más que la vida. Y recuerdo ahora ese dibujo animado, “La pregunta”, que hace visible a una organización de niños: la “Liga de los pioneros”, una organización que existió en Cuba entre los años 1930 y 1935 durante el gobierno de Gerardo Machado. Y en ese dibujo animado los pioneros de entonces luchaban contra Machado, y pintaban carteles por la ciudad en abierta oposición al gobierno de Gerardo Machado.
Sin dudas, los dibujos animados en Cuba, esos que “educan” a los niños, también tienen una esencia política, hablan de disenso y compromiso, de enfrentamientos a la colonia española, a Machado, a Batista. Los dibujos animados cubanos no son para el alma de los niños divertir. Los “muñequitos” cubanos muestran la oposición a España, a Machado a Batista, a USA, y para de contar… Y sin dudas eso deja un sedimento en los muchachos, un rechazo, y renace luego, se pone a flor de piel, se articula, se moviliza.
¿Y hoy me pregunto si no habrán visto esos dibujos animados esos dos muchachos que tiraron piedras en Guantánamo? No habrán entendido ellos que si la “revolución” alaba una liga de niños comunistas, rebeldes, enfrentados a una dictadura, podrían hacer ellos lo mismo, y más si les ofrecían algún dinero que sus padres no podrían proporcionarles para conseguir lo que quizá deseaban hace mucho tiempo, y que podría ser un jeans, un perfume, un paseo con la novia, sin que tuvieran que detenerse a reconocer todo a lo que podrían enfrentarse, sin pensar en las diatribas de Humberto López.
Si los dibujos animados que miras toda la vida son de enfrentamientos a un atroz colonialismo español, a una cruel dictadura de Machado o de Batista, a un montón de “gusanos” en sus exilios, el muchacho creerá que la “guerra” es también una solución y que la vía pacífica y la denuncia no serán nunca suficientes, y mucho más si no tienen un medio en el bolsillo para enfrentar su miseria y un comunismo cruel. Esos muchachos que fueron mostrados en la televisión sin recato alguno a pesar de sus edades, haciéndolos tan visibles en un país de “Patria o Muerte”, y ahora también de “Patria y Vida”, quedaron “denigrados”, sin el menor pudor, ante los ojos de todo un país con un gobierno decidido a cualquier cosa para mantenerse en pie.
Y si lo que dice el discurso oficial es cierto, si desde el norte alguien los incitó y les pagó, me parece horrible, porque esos que pagaron a los jóvenes deben estar hoy frente a la televisión mirando las sandeces que dice Humberto López, y sabiendo muy bien cual será la reacción del gobierno, que sin dudas será implacable, que será el encierro. Sin dudas el gobierno no reconocerá que esos muchachos necesitaban el dinero que no iban a conseguir trabajando de sol a sol en un campo en los alrededores de Guantánamo.
Y el tribunal no entenderá jamás que no tenían dinero y sí muchas necesidades. Sus jueces no querrán abrir los ojos al hecho de que esos jovencitos solo tienen dieciséis años y que no entienden mucho de política, que para ellos lo más importante es el bienestar, ese que la mayoría de las veces se consigue con dinero. Y no creo que habrá algún tribunal que explique a esos jóvenes, con reales convicciones, de que solo tienen la posibilidad de afiliarse al comunismo, que solo a los comunistas pueden reverenciar. Ellos, tan jóvenes y seguro apolíticos, ni siquiera deben saber aún que en Cuba no hay ni siquiera posibilidades para el disenso pacífico.
Y ese gobierno que no admite el disenso pacífico será cruel, y mucho…, como cada vez. El gobierno usará a esos jóvenes para escarmentar a sus contemporáneos, a los padres de esos jóvenes y a todos los jóvenes. El gobierno y su prensa quieren dejar bien en claro que harán lo que le venga en gana, y los padres de esos muchachos prepararán, con sacrificios insospechados, la jaba para la visita a los jóvenes prisioneros, esos que me despiertan la certeza de que no tienen ninguna cultura política, como la mayoría de los cubanos, y que no saben lo que es filiación, ni política y que actúan según sus necesidades, según sus sueños aún desordenados, según sus hormonas. Y ojalá, aunque no lo creo, lo entiendan sus guardianes de la cárcel, y que lo entiendan también sus contratantes en Florida, si es que existen realmente. Y que lo entienda Cuba en todas sus orillas.
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