LA HABANA, Cuba -Fernando Ravsberg, el corresponsal de BBC Mundo, a pesar de ser uno de los periodistas extranjeros que lleva más tiempo acreditado en La Habana (más de 20 años), solo tuvo un problema serio con el régimen: fue cuando se le ocurrió referirse al Máximo Líder como “el anciano presidente Castro”.
En mayo de 2005, entrevistado por Elena Regoyos, Ravsberg aseguró que reportaba libremente desde Cuba, sin más limitaciones que decir la verdad, sin mentir, exagerar o equivocar datos, para evitar que lo expulsaran del país. Por lo demás, sólo lamentaba tener poco o ningún acceso a fuentes oficiales.
Pero los blogs, con la libertad y el desenfado que otorgan, obran prodigios aún en los periodistas más profesionales y avezados.
Cuando inició su blog Cartas desde Cuba, Ravsberg logró pasar por encima del hermetismo oficial, la paranoia de los disidentes y la manía cubana de la intolerancia -que tanto le molesta- y escribir historias que por su fabulación y capacidad de generalizar lo insólito, casi que podían competir con las del mismísimo García Márquez.
El 11 de junio de 2009, en un post titulado “Pobrecitos los cubanos”, afirmaba que el 50% de los cubanos tenía ingresos en moneda dura además de su salario, y que hay quienes ganan cientos de dólares diarios; es decir, “mejores sueldos que en Miami”.
Una vez se refirió a “un empresario privado” que logró reunir en su cuenta bancaria más de tres millones de dólares.
Tal vez ese caso fuera similar al de un avispado comerciante cubano, que según contó el periodista, tenía una empresa que importaba mercancía china en contenedores y pagaba a un socio europeo para que apareciera como dueño nominal del negocio.
En Cuba no torturan, lo que pasa es que se exagera acerca de los maltratos policiales.
El periodista también refirió casos de “cubanos residentes en la isla que financian a sus familiares en el extranjero”: una peluquera del Hotel Nacional que mantuvo a su hija mientras convalidaba su título de sicóloga en la Florida, el dueño de una cafetería que costea los gastos de un hijo que vive en España, la propietaria de una casa de alquiler que envía mensualidades a su hija y su yerno en Estados Unidos…
Respecto a las remesas a la inversa, sólo conozco un caso, pero es un personaje de ficción: el travesti Fátima, del cuento El Parque de la Fraternidad, de Miguel Barnet.
Ravsberg también contó el caso de un hombre que, a pesar de que la atención médica es gratuita en Cuba, se dio el gusto de llevar a su esposa a parir a Miami y pagó 5 000 dólares por ello; luego, la pareja regresó a La Habana, con dinero suficiente para comprar culeros desechables para el bebé en las tiendas por divisas.
Comparaciones entre Cuba y El Salvador
En Pobrecitos los cubanos II (febrero 11 de 2010), Ravsberg tocó el tema de los nacionales que pasan sus vacaciones en hoteles de lujo.
El periodista, que no podía creer la cantidad de turistas extranjeros que se casan en las paradisíacas playas de los cayos cubanos (hubo más de 500 bodas en el año 2009), se dio un descanso en la cobertura a las reformas raulistas y los forcejeos de la burocracia retranquera y luego un brinquito a Cayo Santa María. Allí se sorprendió de la cantidad de cubanos bullangueros, alegres, desinhibidos, bailadores de salsa y con cadenas de oro que vacacionaban en el hotel. Nada que ver con la tristeza que halló en los campesinos de Chalatenango, que no pueden hospedarse en hoteles como el de Cayo Santa María porque se lo impide la economía capitalista.
Ravsberg es toda una autoridad en materia de comparaciones entre Cuba y El Salvador, donde estuvo como corresponsal durante varios años.
Descarta que los cubanos paguen su hospedaje en los hoteles con las remesas que le envían sus familiares en los Estados Unidos e intenta dilucidar el verdadero impacto social y la repercusión económica en Cuba de esas remesas “más allá de cualquier mito políticamente interesado”.
Se calcula el monto de las remesas entre los 983 y los 985 millones de dólares. Para facilitar las cuentas y dar margen al dinero que traen “las mulas” y que obviamente no declaran, Ravsberg redondeó la cifra en mil millones, un ingreso similar (gracias al impuesto leonino del 240 % con que grava los precios en cuc) al que gana el gobierno cubano por el turismo. Pero el periodista explicó que eso constituye sólo la cuarta parte de lo que obtiene el estado cubano por el trabajo en el exterior de millares de médicos.
Como Ravsberg señalaba que los emigrados salvadoreños envían casi el triple de remesas que los cubanos, dirá -y no lo dudo- que el abismo entre ricos y pobres es mayor en El Salvador que en Cuba. Supongo sea proporcionalmente tan grande como la diferencia que había entre el desarrollo de ambos países en 1959, algo a lo que Ravsberg no parece prestar atención…Y menos mal que no comparó a Cuba con Haití.
Sin hacer demasiado caso a los voceros oficiales y menos aun a los periodistas independientes, Ravsberg descubre matices insospechados en la situación nacional y ve lo que nadie, como el debate reciente de la revista Temas, que lo asombró de “tan libre, abierto y democrático”.
En cambio, ni por asomo escribe sobre los desalojos, los abusos policiales, la situación en las cárceles o la represión contra los opositores.
No porque le falte profesionalidad
Por más que Ravsberg trate de informar de la forma más objetiva posible sobre Cuba, no lo consigue. Y no porque le falte profesionalidad.
Lo que escribe en su blog, siempre se presta a varias lecturas. Sólo que siempre se percibe una comprensiva confianza en el mejoramiento del régimen y un escepticismo demasiado crítico hacia la oposición, que, invariablemente, describe como fragmentada y financiada por el gobierno norteamericano.
Ese desbalance –vaya usted a saber por qué razones o compromisos- parece que le es absolutamente imposible corregirlo. Incluso cuando se lo propone.
Por ejemplo, analicemos lo que escribió el 15 de marzo de 2012 sobre una funcionaria del Instituto de la Aviación Civil, condenada a 10 años de cárcel por corrupción.
Cuenta Ravsberg que la mujer le dijo que había sido obligada a confesar, bajo tortura, en Villa Marista (sede de la Seguridad del Estado), que había recibido 10 mil dólares de un empresario extranjero.
Cuando Ravsberg supo que las torturas habían sido de tipo psicológico –la peor fue amenazarla con un registro en su casa delante de sus hijos–, trató de explicarle que “sería muy difícil acusar a las autoridades de tortura por haberla mantenido sentada en una sala de espera varias horas y que, en estos tiempos, es más complejo aun defender a un funcionario acusado confeso de corrupción”.
Fue entonces que la “tronada”, muy molesta, le dijo que no entendía por qué el periodista no le hacía caso, “si al fin y al cabo, la prensa extranjera está aquí para atacar al gobierno”.
Como los argumentos de Ravsberg no lograron convencer a la señora, ésta le aseguró que “piensa sumarse a los grupos disidentes y de derechos humanos para despertar así el interés internacional sobre su caso”.
Ravsberg se quedó preocupado por “la paradoja de que esta funcionaria, dirigente de la aviación civil, militante del Partido Comunista y condenada por corrupción, termine apareciendo en las listas de presos de conciencia”.
Cuando la ex funcionaria refirió a Ravsberg que otros implicados –-a uno de ellos le ocuparon dos millones de dólares en su casa– tuvieron condenas menores porque colaboraron con las autoridades, o están libres porque son personas muy importantes, y el periodista le dijo: “ahí sí tenemos una buena historia”, encendió la grabadora y preguntó los nombres de los personajes, preguntó ella:”¿Y qué gano yo con eso?”. Cuando le respondió que quien gana es su país, la mujer exclamó: “Entonces no me interesa”, y terminó la conversación.
Una primera lectura de este trabajo de Ravsberg hablaría sobre el grado de desmoralización de los funcionarios, que no serían menos corruptos, por cierto, si en los núcleos del Partido Comunista, en vez de quejarse de “la guerra mediática” debatieran acerca de cómo combatir la corrupción, como sugiere el periodista, olvidado del mal de fondo del sistema.
En una segunda y más cuidadosa lectura, aflorarían las moralejas favorables al régimen:
1-En Cuba no torturan, lo que pasa es que se exagera acerca de los maltratos policiales.
2-Cualquier sinvergüenza que desee hablar un poco de mierda para llamar la atención internacional y que le paguen un puñado de dólares –-incomparablemente menos que los que robaba al gobierno– puede dirigirse a la prensa independiente y a los grupos de derechos humanos.
3- Cualquiera de dichos sinvergüenzas puede aparecer luego en las listas de prisioneros de conciencia.
4- Y por supuesto, a ninguno de ellos le interesa que su país gane algo.
Los posts de Ravsberg eran muy polémicos y tenían mucha tela por donde cortar. A veces eso, más que la objetividad y la exactitud, es lo que hace interesante un trabajo periodístico, aunque no contribuya exactamente a informar.
Ahora que BBC Mundo anunció que prescindirá del blog de Ravsberg, presiento que lo echaré de menos. Desde hace años, admiro y respeto el mucho oficio de Fernando Ravsberg. Me gusta leerlo, aunque me resulte desconcertante que intente explicarme –y de qué modo- cómo son las cosas en mi país.
luicino2012@gmail.com
Relacionado: La voz de los cubanos, por Miriam Celaya
Nota de la Redacción: Fernando Ravsberg es un periodista uruguayo que ha vivido en Cuba alrededor de veinte años. A principios de los 90, trabajó como profesor de Radio en la Facultad de Periodismo de la Universidad de la Habana.
Vea una entrevista con Ravsberg
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