LA HABANA, Cuba.- Pocas veces asistimos a una contradicción tan grande ̶ un auténtico “papelazo” para decirlo en buen cubano ̶ como la que se puede apreciar en la página dos de la versión impresa del periódico Juventud Rebelde, correspondiente al miércoles 27 de febrero.
En la parte superior de la página aparece el artículo de opinión “La Constitución no será letra muerta”, de la autoría de un joven periodista. El autor entona todo tipo de loas hacia la nueva Carta Magna, la que considera heredera de las Constituciones enarboladas por nuestros mambises, entre ellas la de Guáimaro de 1869. Y tras aseverar que le corresponde a su generación velar por el cumplimiento de cada palabra colocada en el articulado, escribe que “Si no pudimos desembarcar en el Granma, estar en la Sierra, o combatir en Girón, sí podemos ganar esta justa: impedir que tan importante documento se vuelva letra muerta”.
El resto de dicha página es ocupado por la sección Acuse de Recibo, contentiva de la correspondencia enviada por los lectores. El autor de la sección, bajo el título de “El síndrome del túnel”, comenta la carta de un lector de la ciudad de Bayamo, en la provincia de Granma, cuyo texto deja muy mal parado al trasnochado periodista que se lamenta de no haber tomado parte en las “épicas” jornadas del castrismo.
Sucedió que, mientras el referido lector tomaba un helado en el Coppelia de Bayamo, observó que a dos cubanos les negaban la entrada por una de las puertas de esa instalación. Mas, apenas unos minutos después, llegó una pareja de turistas extranjeros, y el portero los invitó a pasar y hasta les ofreció una mesa.
Semejante trato preferencial hacia los extranjeros, que lamentablemente no constituye un hecho aislado ̶ hace poco lo comentamos aquí en Cubanet con respecto al impedimento de que los cubanos inviertan en su propio país ̶ , deja en letra muerta el artículo 42 de la Constitución, el cual, al prohibir cualquier tipo de discriminación por razones de sexo, género, orientación sexual, identidad de género, edad, origen étnico, color de la piel, creencia religiosa, discapacidad u origen nacional, establece que “Todas las personas tienen derecho a disfrutar de los mismos espacios públicos y establecimientos de servicios”.
Imaginamos que, al funcionario del Departamento Ideológico del Partido Comunista, encargado de darle el visto bueno a la citada edición de Juventud Rebelde, le hayan halado las orejas al no percatarse del ridículo en que caía el joven periodista al ser desmentido apenas unos centímetros más abajo por un hecho que se torna cotidiano en la isla.
A propósito, es muy probable que a pesar de toda la algarabía formada por la maquinaria del poder tras el triunfo del Sí en el referendo constitucional, en el fondo sientan preocupación por ese más de medio millón de votos por el No, además de las boletas en blanco y las anuladas.
Porque, ¿qué habría pasado si los partidarios del No hubiesen tenido la oportunidad de acceder a los medios de comunicación para expresar sus puntos de vista, como sí lo tuvieron, y de manera exorbitante, los defensores del Sí?…
Como se ha dicho muchas veces, una votación no se circunscribe al momento en que los electores depositan sus boletas en las urnas. Por ello, en las sociedades democráticas no se concibe que ningún aspirante a cargo público, ni aún si pertenece al partido de gobierno, resulte favorecido en ese sentido.