SANTA CLARA, Cuba.- No valen estas líneas para los “renombrados” que se han sumado a desacreditar con sus palabras —rastreras por sumisas, y oportunistas por descaradas— el soberano derecho a disentir que deberían tener a mano todos los cubanos, “a marcarse” dignamente ante la ruin autoridad intimidatoria, la que sufrimos ya por más de medio siglo en aras de perder aquel que aspiramos un día fuera principio innegociable y muestra del decoro.
Pero no solo ser cívicos y votar NO, sino a NO votar, o anular con un pintarrajo la boleta que marcará un antes y un después de la afrenta inculpatoria, en esta larga historia de los derechos renegados en Cuba.
Baste citar a par de pejes que causan repulsa con su verborrea. Porque si bien los intérpretes “muy vivos” y las agrupaciones diestras del musicalísimo sector no pierden de vista el momento para, “cantando la lista”, hacerse con el billete (mírese al dúo Buena Fe, a quien se les canceló la gira planificada por Estados Unidos por haber vociferado su apoyo incondicional al Sí), son los intelectuales de la escritura los que más repulsa alcanzan, por ser los que más daño causan a pares iletrados.
Félix Julio Alfonso López (Santa Clara, 1972), ensayista, historiador y profesor universitario, es el más joven panelista del anciano programa televisivo Escriba y Lea. Miembro de la UNEAC, autor de varios libros, director de la renombrada revista “Calibán”, honrando el “libraco” de otro adulador: Roberto Fernández Retamar. El historiador, rayando en la desfachatez consecuente para con el reconocimiento oficial, crea ahora ramales de interdependencias con el sistema premiador, para continuar “luchando” prerrogativas que otorgan cúmulo de nombramientos y visibilidades públicas.
Parcializado especialista en cultura nacional, obviamente, como comentarista del programa más elitista/comprometido de la televisión cubana, su última entrega consistió en un monólogo, que reponen en horarios pico, donde justifica cualquier arma empleada por el régimen para legitimarse ad infinitum este fúnebre febrero. El señor de artes y letras desembuchó labia “convincente” al sordomudo auditórium, argumentando la irrevocabilidad de cierta revolución que él da por inmortal.
Luis Toledo Sande (Holguín, 1950), por otro lado, escritor, periodista, profesor, investigador, licenciado en “¿estudios cubanos?”, doctor en ciencias filológicas, redactor y editor en la Editorial Arte y Literatura. En 2005 fue consejero cultural de la embajada cubana en España, responsabilidad que concluyó “satisfactoriamente” en 2009. De regreso al país, optó por ejercer el periodismo en la “prestigiosa” revista Bohemia.
Toledo Sande ha mantenido programas radiales en CMBF y en Radio Habana Cuba, participado como asesor en televisuales, sin mostrarse, y como jurado en premios y certámenes tipo Casa de las Américas. El señor no había sido hasta hoy tan exhibido en cámara, pues a diferencia de Félix Julio, es anciano, canoso y demasiado melenudo/europeizado como para ajustarse al barbudo estereotipo que lo aleja del patrón.
Su disertación reciente —en barrios donde la media poblacional es analfabeta política— incluyó esta joya, cumbre del desprecio ciudadano: “hay gente que no merece ni figurar en las listas” —de electores—. Y manoteó.
Ambos cuates aparecen en cuanto vacío ofrece la TV, urgida en buscar apoyaturas, tratando de convencer ambos, con “palabras lustres y aleccionadoras”, a connacionales todavía dudosos o escépticos de sus estrategias disuasorias, acerca de “las ventajas y oportunidades que nos esperan” si aprueban el referendo inconstitucional y violatorio hasta de leyes propias.
Se deduce luego que los dos absorberán honorarios de campaña.
Tampoco han vacilado otros en recabar apoyos, no para el contraconcierto que fuera más afín al ramo artístico, sino para la contrainvasión cubana en Venezuela.
Pero no solo militares están “a la espera de la orden” de partir al sacrificio. Poco han detenido el flujo de civiles en calidad de asistentes y médicos, quienes “de seguro morirán junto a sus pacientes/enfermos”, amén de los que “ya estaban allá”.
Dicho así, eluden el sufrimiento de la nación en la que más de 3 mil familias enlutaron durante la ajena guerra de Angola. Con el cinismo redivivo de un Tortoló del siglo XXI, desmandan bíblicamente —iguales al “proceso” demagógico— ser Madres Teresa de Calcuta: atravesar el ácueo desierto de sal invadido por naves contrarias “a la revolución bolivariana”, y blasfeman al Libertador del que usurparon el nombre.