LA HABANA, Cuba. ─ El pasado sábado se realizó el primer debate entre los dos candidatos aún en pugna por la presidencia del Perú: el maestro Pedro Castillo y Keiko Fujimori. La discusión tuvo lugar en la Plaza de Armas de Chota, villa natal del primero, en el departamento de Cajamarca. La razón por la cual fue seleccionado ese sitio y el interés que despertó el debate… en la Argentina son dignos de una comedia de enredos.
Se hace evidente que el candidato Castillo rehúye esos enfrentamientos. Y sus buenas razones tiene para ello: pese a su vocación marxista, su desempeño dialéctico no es nada brillante. Por esa razón lanzó a su contrincante una especie de ultimátum: el debate presidencial tendría que realizarse entre sus coterráneos. Keiko aceptó el reto, y fijó día y hora.
El anuncio despertó un notable interés… entre los argentinos. Y no por razones políticas, sino por características de la variedad del castellano que se habla en el país austral. Como mismo “chota”, en Cuba, se usa para designar a un delator, en las inmediaciones de la Plata sirve para referirse… al miembro viril. Que una mujer aceptara la invitación hecha en esos términos por un hombre, sirvió para animar las redes sociales por un buen rato.
En cualquier caso, el duelo verbal se celebró en definitiva. Y con un formato que difiere del que suele utilizarse en otros países. Llama la atención que a uno y otro debatiente se le concede más tiempo para exponer sus criterios. Las que sí faltaron (al menos en esta primera entrega) fueron las preguntas dirigidas directamente por cada candidato a su contrincante.
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Bien asesorado, el señor Castillo eludió identificarse con el fatídico “socialismo del siglo XXI”: “No somos comunistas”, son sus palabras. Y esto pese a que su partido (“Perú Libre”) se define como “marxista-leninista-mariateguista”. Pero ya sabemos de qué pata cojean los miembros de la secta. También Hugo Chávez, al aspirar por primera vez a la presidencia de Venezuela, calificó a Cuba como “una dictadura”; después pasaría a describirla como un “océano de felicidad”.
Pero ya lo dice el refrán: “Perro huevero, aunque le quemen el hocico”. A pesar de su interés por desmarcarse del “fantasma del comunismo”, al inicio de su intervención el líder magisterial no pudo evitar arremeter contra el capitalismo ni emplear el argot habitual de la secta. Al referirse al problema de la pandemia en el Perú, afirmó que él es “producto de la implementación de este modelo neoliberal”.
En líneas generales, el debate fue un verdadero duelo de propuestas populistas. Castillo repitió su lema de campaña (“¡Que no haya pobres en un país rico!”) y prometió revisar los contratos con las trasnacionales para que el 70% de las utilidades queden en el país; “el oro, la plata y el zinc deben ser para los peruanos”. Por su parte, Fujimori no se quedó muy atrás: Con respecto al canon que pagan las empresas mineras, planteó entregar directamente a la población el 40% de lo recaudado.
Por otro lado, don Pedro demostró ignorar la legislación: “Proponemos muerte civil para todos los corruptos”, dijo, a lo que Fujimori contestó: “Se nota que el señor Castillo desconoce las normas. La muerte civil (en casos de peculado) se aprobó en el congreso anterior”. Lo mismo con el “derecho a la salud”, que Castillo quiere incluir en la nueva Constitución que propone, aunque la actual lo proclama en su artículo 15.
Refiriéndose a un balotaje anterior (el de 2011 entre Ollanta Humala y la misma Keiko Fujimori), el gran escritor y demócrata Mario Vargas Llosa comentó: “Es como optar por el cáncer o el SIDA”. Creo que, para actualizar el dilema, podría decirse que la elección de este año equivale a escoger entre el Virus Comunista Chino y la gripe. Claro que esta última dolencia es preferible, y por eso —creo— lleva razón el Premio Nobel de Literatura cuando optó por la hija del encarcelado expresidente Alberto Fujimori.
Pedro Castillo representa una nueva edición de los regímenes autoritarios del fatídico “socialismo del siglo XXI”. Sabemos que se trata de un sistema que, en casos extremos —como los de Chávez y Maduro en Venezuela y el nicaragüense Ortega—, ha degenerado en sangrientas dictaduras.
El maestro se caracteriza por el uso de un sombrerón típico de su región de Cajamarca. Pero ese tocado me recuerda en demasía a otro personajillo funesto: el hondureño Mel Zelaya. Castillo también se exhibe montado en su yegua, medio de transporte ecológico, despacioso, barato y demagógico, el cual utiliza para dárselas de hombre modesto.
Confiemos en que nuestros hermanos peruanos presten oídos sordos a los cantos de sirena de Pedro Castillo y sus incondicionales. Que no tengan que pasar por lo mismo que sufrieron los ecuatorianos al hacerle caso a Rafael Correo o los bolivianos a Evo Morales.
O peor aún: a los venezolanos que, de manera irresponsable, otorgaron la presidencia a Hugo Chávez, el exgolpista que empezó la metamorfosis que ha transformado a su desdichado país (otrora vanguardia de Latinoamérica) en el más pobre del subcontinente.
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