LA HABANA, Cuba.- Quiero ver una película pero sé muy bien que mirarla acá será casi imposible, al menos en la pantalla grande de alguna de las muy pocas salas de cine que sobreviven en La Habana. Quiero ver una película cubana que la gran mayoría de los nacionales no conseguirá mirar. Quiero ver esa película que ya anda despertando el interés de muchos en la isla, y también a un grandísimo número de cubanos que andan regados por nuestros tantísimos exilios; solo que a estos últimos no les será nada difícil sentarse en la butaca de algún cine, en cualquier confín del mundo, para mirarla de principio a fin, cómodamente y sin tribulaciones, sin represión, y quizás acompañados de un cartucho de crujientes palomitas de maíz.
Y mucho me gustaría ver esa película que tiene como centro un suceso trascendental de nuestra historia. Quiero ver “Plantados”, esa película que muy pronto tendrá su estreno en La Florida y que despertará el interés de muchos cubanos, sin importar si somos del inxilio o del exilio, una película que narra uno de los sucesos más tremebundos de nuestra realidad, uno de esos acontecimientos que no aparece en los libros de historia que consultan los estudiantes cubanos, un suceso sobre el que se tendiera un gran manto de silencio, y que aún perdura.
Confieso que me gustaría muchísimo ver esa película, pero sé que será difícil conseguirla y mirarla luego, sobre todo si reconozco que desde hace rato los mandos de La Habana se enteraron de su existencia, y también sé que las autoridades aduanales, esmerados policías, requisan cualquier vestigio de la cinta en el equipaje de viajeros llegados de cualquier confín, pero sobre todo desde Miami: los “segurosos” de la aduana buscan en la corona de una gorra cualquier promoción que se le dedique y buscarán un poster, un comentario en algún periódico floridano.
“Plantados”, ese es el título que distingue la cinta que dirigió Lilo Vilaplana. Plantados es el título de esa película que no vi aún, esa película que tampoco sé si llegaré a ver, aunque yo quiera, aunque me interese conocer de ese suceso tan espurio de la historia cubana. Y es que “Plantados” puede ser muy peligrosa para el gobierno de esta isla, para un gobierno que comenzó a censurar desde que llegó al poder, desde que impuso su mordaza a la creación artística.
¿Y cómo suponer que este gobierno pasaría por alto esa película que pone en evidencia sus satrapías? ¿Cómo asombrarse de la prohibición de una película que muestra las vilezas de un viejo “gobierno” cuando aún era un joven desgobierno? ¿Qué más se podrá esperar si ya conocimos de procedimientos semejantes desde que llegaron al poder hace más de sesenta años? ¿Cómo suponer que podríamos visualizar “Plantados” si recordamos que un documental como PM fue censurado por mostrar una Habana nocturna de fiesta y bailoteo? ¿Cómo pensar que una película rodada en USA y con actores que hace tiempo se decidieron por el exilio podría mirarse en alguna sala del brevísimo circuito de cines en esta ciudad?
¿A quién se le ocurriría imaginar que los censores de “Santa y Andrés” permitirían ahora visualizar una película “plena en gusanerías”? ¿Y cómo suponer que quienes antes prohibieron “Seres extravagantes” iban a comulgar con la proyección de una cinta que pone en evidencia sus detritus? ¿Y no sería mejor decir sus porquerías? ¿No sería mejor que me decidiera por un término más sucio y pestilente? ¿No sería mejor llamarle asquerosidades oficiales, incluso mierdas, a esos procedimientos a los que ya nos tienen tan acostumbrados?
Sería ridículo sobrecogerse ante la segura prohibición. Esa cinta, sin dudas, no será visionada sin riesgos, ni siquiera en la tranquilidad de la casa, en el televisor de cada cual, en la PC. La prohibición de entrada de esa película a la isla, y la requisa de todo cuanto deba ser requisado, es ya un hecho y debe estar en los “moropos” de los aduaneros de todas las terminales aéreas cubanas. El veto ya está dictado de antemano y no habrá espacio para la discusión, para el disenso.
Los equipajes serán revisados, y quizá con más exhaustividad que los fluidos de posibles portadores y enfermos del virus chino. No me extrañaría que apareciera un lema entre los aduaneros “revolucionarios” que podría ser: “A la caza de Plantados antes de que entre a casa”. Si PM fue censurada con el pretexto de que “… lejos de dar al espectador una correcta visión de la existencia del pueblo cubano en esta etapa revolucionaria, la empobrecía, desfiguraba y desvirtuaba”, ¿qué dirán ahora de “Plantados”? ¿Qué dirán de una película que no es un simple viaje en la lancha de Regla a La Habana, que no es baile y gozadera? ¿Qué dirán de “Plantados”? ¿Qué dirían si se atrevieran a mencionar su existencia?
Y muy bien que conocemos las muchas censuras que en el cine cubano han sido. Ya conocimos la prohibición de PM, a la que se sumarían otras, muchas, entre ellas Conducta impropia, de Néstor Almendros y Orlando Jiménez Leal, y Crematorio de Juan Carlos Cremata, y Nadie de Miguel Coyula, y muchas otras “discriminaciones lesivas”. Y se me antoja pensar que una de las razones que más podría molestar al gobierno es que ya se advierte que la película comienza cuando uno de esos plantados, uno de esos que en la cárcel se negara a vestir el uniforme de presidiario, uno de esos que también se negó a realizar trabajos forzados, descubre en algún punto de Miami a uno de sus torturadores, a unos de esos “guardias revolucionarios”.
Y ese hecho es tomado como pretexto para contar una de las historias más sucias de entre todas las ocurridas en nuestra historia, en la historia de esos que subieron al poder hace más de sesenta años. Y es que ese torturador de la ficción reaparece con muchísima frecuencia en la realidad y en las calles de Miami, de New Jersey, de Madrid o Roma, de Praga o Estambul. Y eso es prueba de que quienes vocean fidelidad podrían convertirse luego en traidores, y secuestrar un avión cuando “se les ponga mala la cosa”. Por eso, para esconder sus horrores, prohibirán “Plantados”, como hicieron también en el teatro, en la literatura, en las artes plásticas, en la música, y en la vida…, pero sin dudas buscaremos la manera de encontrarla, de mirarla, como vimos también “Quiero hacer una película”. Siempre sucedió así.
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