LA HABANA, Cuba.- En la agenda de los cambios en Cuba que se ejecutan a cuenta gotas y los que permanecen en las gavetas a expensas de una incierta implementación, el tema del respeto a los derechos humanos, específicamente los referidos a la libertad de los presos políticos, la reforma del código penal y la legitimación constitucional de todos los derechos ciudadanos, entre otros no menos importantes, aparecen en minúsculas y emborronados para que pasen inadvertidos ante la comunidad internacional.
El asunto es alentar la apertura en la economía con la idea de que esto se convierta en el punto de partida de una transformación que exceda esos límites impuestos por los dictados de la realpolitk.
Según los acontecimientos en torno a las actitudes del mundo civilizado frente a una dictadura que se acerca a las seis décadas de existencia, los indicadores represivos no llegan a ser lo suficientemente críticos para cambiar los planes de decantarse por el apoyo a una evolución, lenta y zigzagueante, hacia lo que se supone un modelo menos autoritario. La democracia que algunos esperan en los umbrales del postcastrismo amenaza con quedarse en el ámbito de las ilusiones.
El aumento de las inversiones y la parcial descentralización del monopolio económico estatal, no garantizan el fin inmediato de las prohibiciones que impiden el libre ejercicio de cada uno de los artículos de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre.
Por eso es que los informes donde afloran las evidencias del terror que el Estado aplica sin medias tintas contra cualquiera acción de la oposición o de las agrupaciones de la sociedad civil independiente, son tomados cada vez menos en cuenta.
Las condenas enérgicas a raíz de los encarcelamientos arbitrarios y los atropellos que cometen, con pasmosa regularidad, las llamadas Brigadas de Respuesta Rápida, formadas por veteranos de guerra, lumpens y militantes de la juventud y el partido comunista, son cosas del pasado.
Ahora reina el silencio, ocasionalmente interrumpido por alguna que otra declaración sin mayor trascendencia. Ni el factor cuantitativo ni la magnitud de los atropellos van a quebrar la estrategia de negociar con los máximos responsables del desastre nacional.
Son determinaciones geopolíticas ante las cuales poco se puede hacer, más allá de la crítica y la esperanza de encontrar medios que ayuden a acortar la holgada desventaja. Mantener los niveles de resistencia es importante para las fuerzas prodemocráticas, pero lo esencial estriba en comprender a cabalidad los pasos a dar en el complejo laberinto de la política.
Las circunstancias han cambiado y por tanto deben cambiar los procedimientos para lograr victorias aunque sean pírricas. Insistir en posiciones numantinas y otros actos que revelan una escasa comprensión de los momentos actuales, es apostar a perderse en los entresijos de la alta política.
El gobierno cubano, pese a su naturaleza dictatorial, cuenta con el beneplácito de la inmensa mayoría de los países que conforman el planeta Tierra, incluyendo el de la única superpotencia. Eso es una realidad que se impone a la hora de enfrentársele a cara descubierta dentro de sus predios y que no va cambiar de forma sustancial aunque Donald Trump sea el próximo inquilino de la Casa Blanca.
En el complejo escenario actual, el impacto de las acciones prolibertarias tiende a conservar sus limitaciones en cuanto a consecuencias en intramuros y en apoyos más relevantes de las naciones democráticas.
Por tanto, en relación a las huelgas de hambre que realizan líderes y activistas contestatarios en diversas localidades del país, ante la espiral de abusos y vejaciones de la policía política, estimo que están lejos de alcanzar el éxito, incluso si en algún momento se reportan bajas mortales.
La voluntad del partido comunista en mantener su hegemonía a través del uso de la fuerza es una decisión irrevocable al margen de peticiones y protestas, independientemente de donde se generen y quienes la protagonicen.
Raúl Castro no va ceder. En cada uno de sus discursos están las claves de la intolerancia. Se intuye a las claras que va a morir siendo el hombre fuerte de Cuba. ¿El último dictador?