LA HABANA, Cuba. -Pablo Milanés actuó para los humildes pobladores del paupérrimo barrio Atarés en Centro Habana, sin propaganda oficial previa ni posterior, el 20 de junio. El cantautor comenzó con palabras sobre la motivación que sintió por la iniciativa de la galería Arsenal de la pintora Sandra Pérez, con la exposición Open Studio de 8 artistas plásticos y tres invitados durante la XII Bienal de La Habana, del 22 de mayo al 22 de junio.
Los medios técnicos llevados por Milanés y los destacados músicos acompañantes estuvieron listos a la hora anunciada, frente a un público expectante en la calle y los balcones, mezclados con los anfitriones, que muy satisfechos cantaban y se contoneaban con los ritmos. En el destartalado edificio de la esquina de Cárdenas y Corrales, con evidente lenta y costosa reparación, por aquellos días jóvenes atendían a cubanos más o menos conocedores, interesados en las novedosas obras, y a muchos visitantes cubanos de allende los mares, norteamericanos y otros extranjeros, la mayoría especialistas y artistas ellos mismos, que podrían promocionarlos o comprar. Irradiar hacia la comunidad para el mejoramiento cultural y humano, anunciaron los emprendedores como uno de los propósitos de la Galería.
Algunos espacios similares regados por la capital han surgido en años recientes, pero durante esta Bienal se apreció la novedad de exposiciones en las casas y apartamentos de los artistas, restaurantes de cuentapropistas y otros lugares que presentaban diversas manifestaciones audiovisuales, música, muebles, plantas ornamentales y artesanía. Asimismo se incrementaron los espacios colaterales a las sedes oficiales, como el Malecón, el poblado de Casablanca, el parque Trillo, la vieja termoeléctrica de Tallapiedra.
Las fortalezas de El Morro y la Cabaña tuvieron muy buenas e interesantes obras, pero escasísimo público, probablemente porque, a diferencia de las promocionadas Ferias del Libro, no había comestibles ni transporte especial. Los ya tradicionales pasacalles en la Habana Vieja, fundamentalmente, y otras actividades culturales brindaron oportunidades de participación según las preferencias, a pesar de que casi todos las tardes cayeron copiosos aguaceros, en la ruinosa capital, con peligro de perecer bajo algún derrumbe o ser arrastrados por las crecidas en las calles incapaces de desaguar.
Artistas cubanos regresaron y expusieron luego de muchas décadas de ausencia y hasta prohibición por las autoridades isleñas. Traídos por Ella Fontanals-Cisneros estuvieron en el Museo Nacional de Bellas Artes, edificio de Arte Cubano, Gustavo Pérez Monzón, Tomas Sánchez, Alexandre Arrechea, Raúl Cordero, Luis Enrique López Chávez y Wilfredo Prieto. En el edificio de Arte Universal estuvo la exposición Ruido Salvaje con obras del Bronx Museum of the Arts (Nueva York, Estados Unidos). Este museo posee colecciones y presenta exposiciones que deberían ser visitadas por estudiantes desde la primaria, lo que tendría que ser incluido en los programas de estudios en todo el país, pues los cubanos están muy distantes de la cultura.
Las inmensas dificultades cotidianas aducidas, aunque reales, no siempre son las causas, sino la falta de bibliotecas y guía de la educación. De ahí los anuncios de algunos emprendedores y nuevas galerías sobre su proyección hacia la comunidad, en un país cuyo gobierno se ufana de propiciar la cultura para todos, cuando la instrucción es deficiente y los medios no se facilitan cotidianamente.
Muchos más artistas y actividades confluyeron durante la XII Bienal (iniciada en 1984), beneficiada por la gran afluencia de visitantes gracias a las posibilidades abiertas por la Administración Obama, el interés del gobierno cubano de demostrar apertura y los nuevos espacios expositivos con actividades privadas (cuentapropistas en Cuba). Su clausura del evento no debe significar la clausura de espacios ni el acomodo de quienes han logrado expandirse, sino que debe abrirse el proceso de creación libre, responsable y diversa en toda la sociedad cubana.