LA HABANA, Cuba. – El presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez ha preferido durante los últimos días hacer un alto en sus recorridos por las provincias del país y participar en las asambleas de balance de varios organismos de la Administración Central del Estado.
Por supuesto que en todos los ministerios el mandatario asiste a una sarta de problemas que incluyen incumplimientos en los planes de producción e inversiones, inventarios ociosos en los almacenes e insatisfacción de los trabajadores debido a los bajos salarios que perciben, entre otros.
Sin embargo, al parecer, en esas asambleas ministeriales los oídos del Presidente descansan un poco de escuchar un asunto que lo turba sobremanera cada vez que se reúne con las autoridades de cualquier provincia o municipio: el robo de combustibles en las entidades estatales.
En una de esas últimas visitas, específicamente la realizada a la provincia de Las Tunas, el semblante de Díaz-Canel pareció apesadumbrado -así lo mostró la televisión-al constatar que ninguna de las medidas de control aplicadas han podido mitigar el desfalco. En tan solo dos empresas de ese territorio, una del Azúcar y otra de Servicios Comunales, “desaparecieron” 30 mil litros de combustible en el 2018. ¿Las causas del delito? Pues, según las autoridades de la provincia, son las mismas de siempre: mala planificación, incorrectos índices de consumo, falsificación en el kilometraje reportado por los vehículos, etc.
Lo cierto es que semejante robo de combustible echa por tierra las desesperadas gestiones de los gobernantes por tratar de conseguir en otros lugares el petróleo que no pueda enviarles el tambaleante régimen de Nicolás Maduro. En ese sentido, sobresale el Memorando de Entendimiento que Cuba firmó recientemente con la Unión Económica Euroasiática, una entidad que agrupa a cinco repúblicas exsoviéticas (Rusia, Bielorrusia, Armenia, Kazajistán y Kirguistán).
Así las cosas, el heredero del poder acaba de asistir al balance anual de la Contraloría General de la República. Un convite en el que, como es lógico, salió a relucir el ambiente de corrupción que impera en empresas y entidades estatales, y que, entre otras cosas, fomenta el robo de combustible y otros insumos productivos.
El flamante Presidente, al hacer uso de la palabra, recomendó la necesidad de combatir el burocratismo, así como fortalecer la moral de los cuadros de dirección. Allí expresó que “donde hay ética no hay corrupción” (“Los cubanos seguiremos venciendo”, periódico Juventud Rebelde, edición del 21 de febrero).
Sin embargo, tocó a la contralora general, Gladys Bejerano, otorgarle otra dimensión al asunto. Una dimensión que, seguramente, reforzó el malestar del señor Díaz-Canel. Según la contralora, “sigue habiendo reticencia en algunos cuando llega la hora de aceptar que está ocurriendo. La gran batalla es evitar manifestaciones tales, pero una vez que se dan hay que enfrentarlas con toda fuerza”.
Es decir, que la situación es mucho más grave para los intereses de la maquinaria del poder. Porque no puede circunscribirse a tomar medidas cada vez que se detecten hechos delictivos o de corrupción. Habría que “interiorizar” en la mente de buena parte de los jefes y trabajadores de esas entidades, para los cuales apropiarse de los bienes del Estado ya no es un robo o un acto de corrupción. Es tan solo una manera de “luchar” para subsistir.