LA HABANA, Cuba. – En el sombrío panorama de la economía cubana, un lugar central de la debacle productiva le corresponde a la producción de café. De acuerdo con cifras aportadas por la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI), durante el quinquenio 2018-2022 la producción cafetalera en el país ha ido en picada.
En el año 2018 el país produjo 21.000 toneladas del grano; en el 2019 la producción descendió a 19.000; en el 2020 se alcanzaron 18.000; en el 2021 se lograron 17.000; mientras que en el pasado 2022 la reducción tocó fondo al producirse solo 10.000 toneladas del aromático grano.
Según cálculos de especialistas en la materia, para satisfacer la cuota que se entrega por la libreta de racionamiento, se necesita producir anualmente 24.000 toneladas del producto. Eso significa que durante todos estos años el país ha debido importar café para cubrir la denominada “canasta básica” que se entrega a la población. De ser un país productor de café, en los últimos tiempos Cuba ha devenido en una nación importadora de ese producto.
Son varias las causas que expone el oficialismo para justificar ese descenso productivo. Van desde el éxodo de pobladores de las zonas montañosas, donde mayormente se cultiva el grano, pasando por la carencia de envases y los cortes de electricidad que han afectado a las empresas procesadoras del producto, hasta los perjuicios ocasionados por la Tarea Ordenamiento. Sobre esto último hay que decir que las empresas procesadoras reflejan pérdidas monetarias al tener que venderles a los comercializadores a un precio inferior al que les pagan a los productores. En consecuencia, los colectivos laborales de esas entidades con pérdidas se hallan totalmente desmotivados.
Pero lo peor llegó en el actual 2023. Durante una de las sesiones de la Asamblea Nacional del Poder Popular, celebrada el pasado mes de julio, el presidente de la OSDE Agroalimentaria, perteneciente al Ministerio de la Industria Alimentaria, afirmó que no había disponibilidad de café para distribuir las cuotas de junio y julio. Y a renglón seguido anunció lo más calamitoso: “La comercialización de café, de ahora en adelante, dependerá de que podamos importarlo, porque la producción nacional no podrá cubrir estos meses”.
En tales condiciones, el único café que hay actualmente en el país es el que comercializan las tiendas que venden en MLC ―de no muy buena calidad―, y los que ofertan los nuevos actores económicos, en especial las mipymes. En estas entidades vemos las gustadas marcas La Llave y Bustelo, importadas gracias a que desobedecieron las indicaciones del ministro de Economía, Alejandro Gil, quien les había orientado a los nuevos actores económicos importar materias primas y no productos finales.
No obstante, la situación del cubano promedio se torna muy difícil en lo concerniente al consumo de café. A la paralización de la producción nacional del grano se añade que la mayoría de la población no tiene acceso a las tiendas en MLC, mientras que los precios a los que comercializan las mipymes son prácticamente inalcanzables para las personas que viven de su salario o su pensión.
Para colmo de males, el precio de una taza de café en cualquier cafetería del país ha subido de cinco a diez pesos. Todo lo cual va indicando que consumir esa bebida mañanera ―y para muchos placentera a cualquier hora del día― es casi un lujo para el cubano de a pie.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
Las opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien las emite y no necesariamente representan la opinión de CubaNet.