MIAMI, Estados Unidos.- En días pasados, tres valerosos sacerdotes católicos emitieron en Cuba una carta abierta al general-presidente Raúl Castro. Entre ellos figura el padre José Conrado Rodríguez Alegre, bien conocido desde hace años entre nuestros compatriotas demócratas; también dos curas que, para mí, eran menos conocidos: Castor José Álvarez de Devesa y Roque Nelvis Morales Fonseca. Todos ejercen su ministerio en el interior del país.
Con el primero he tenido el honor de compartir en el Espacio Abierto de la Sociedad Civil y en el Encuentro Nacional Cubano. De él no puedo olvidar otro documento similar que en 1994, durante una de las épocas más negras del castrismo, dirigió al fundador de la actual dinastía. Sobre la calamitosa situación en que se encontraba sumida Cuba, el padre José Conrado expresaba: “Todos somos responsables, pero nadie lo es en mayor medida que usted”. ¿Qué admirar más: la osadía y lo luminoso del planteamiento o la habilidad con que fue hecho?
Ahora, en la nueva misiva dirigida al actual jefe supremo, los tres clérigos ponen los puntos sobre los íes. Con meridiana claridad describen el lamentable panorama que se vive hoy en nuestra Isla: el unipartidismo y su estilo totalitario, la inexistencia de un estado de derecho, el miedo, la falta de libertades, el adoctrinamiento a la niñez, el desánimo y el cansancio, la existencia de meras votaciones en lugar de verdaderas elecciones, el desamparo económico del cubano, el estancamiento.
Por supuesto que, como hombres de Dios, también prestan atención a lo que constituye la razón de sus vidas. Denuncian la falta de libertad religiosa, la existencia precaria de la Iglesia Católica, que “es tolerada, pero no deja de ser vigilada y controlada”. También la sujeción de los hombres y mujeres de fe a los ukases inapelables del poder, que concede o no permisos para las procesiones y otros actos religiosos públicos o para que se usen los medios masivos de comunicación, y lo hace de manera arbitraria y esporádica.
Como no cabía esperar otra cosa, el trío de curas refleja en su escrito sus convicciones íntimas, que en lo doctrinal son las mismas de su Iglesia. Aunque parezca increíble, esta circunstancia ha sido utilizada por el señor Maykel González Vivero para trazar un signo de igualdad entre el valeroso acto de enfrentamiento a las lamentables secuelas del castrismo y el propio sistema criticado. Con el mayor descoco, el autor bautiza como “sincronía entre la Iglesia y el régimen” esta nueva manifestación de civismo.
Como argumento de su arremetida, don Maykel deplora que “la carta se declara contra el aborto y combate la aspiración de las minorías sexuales al matrimonio igualitario”. Según el autor, esto implica que “el reclamo distingue entre libertades”.
De entrada, los planteamientos de los sacerdotes son tergiversados por el periodista. Con respecto al primero de ambos temas, el trío expresa de manera textual: “Queremos un país donde se respete más la vida desde su concepción hasta la muerte natural”. Las críticas virulentas del señor González Vivero a ese anhelo, parecen indicar que él aspira a que en Cuba se hagan más abortos. Con su militante oposición al moderado deseo de los curas, el periodista parece expresar: “Quiero un país en el que se respete menos la vida desde su concepción”.
En lo que atañe al segundo tema, los curas dejaron plasmada su aspiración a vivir en un estado en el cual “se cuide el matrimonio entre un hombre y una mujer”. Si se desea criticar la frase citada, cabría invocar razones lingüísticas. En Cuba, según el Código de Familia y la misma Constitución, esa clase de uniones sólo puede darse entre personas de sexos opuestos. Lo escrito constituye —pues— una redundancia. Para expresar lo mismo, habría bastado con pedir que “se cuide el matrimonio”. Y punto. La frase, aunque refleje la aspiración respetable de los firmantes a amparar las parejas tradicionales, no puede considerarse homofóbica.
Detalles aparte, el hecho cierto es que se esgrimen pretextos baladíes, de carácter incidental, secundario, para intentar menoscabar un admirable acto de civismo, digno de ser imitado por muchos. El trabajo de don Maykel no contiene ni una sola expresión de elogio a la carta de los tres sacerdotes. Según aquél, éstos sólo “pasaron revista […] a las consecuencias más discordantes de la revolución cubana”.
Su artículo es lo opuesto al publicado, también en CubaNet, por el laureado escritor Ángel Santiesteban. Éste planteó: “Hoy son tres los curas católicos que pidieron a Raúl que nos devuelva la democracia, que deje a los cubanos opinar como piensan realmente, y que se abandone la mentira y el ocultamiento. Estos padres le dijeron a Raúl Castro un sinfín de verdades. Esa es la verdad de Cuba, la que exige lo que merecemos; y creo que ese trillo que hoy ellos marcaron es el inicio, y que luego serán más, muchos más, los religiosos, los cubanos todos, que harán exigencias al régimen”.
Para González Vivero, por el contrario, lo importante es su conclusión, que figura en el párrafo final de su trabajo periodístico: “La práctica política revela otra zona de comprensión mutua entre el Estado y la Iglesia”. Y de inmediato agrega: “El discurso oficial y los párrocos disidentes coinciden ahí”.
Me parece lamentable que un informador que se declara independiente preste tanta atención a un árbol que le parece feo, o a dos. Considero deplorable que esa fijación obsesiva le impida contemplar, en todo su esplendor, el bosque admirable. Y lo peor: que ese enfoque sectario lo prive de trasmitir a sus lectores la gran trascendencia que tiene el nuevo documento firmado por tres valientes sacerdotes cubanos, dignos seguidores del Padre Félix Varela.
El periodista René Gómez Manzano reside en La Habana. Se encuentra actualmente de visita en EEUU