GUANTÁNAMO, Cuba.- Una edición especial del periódico Juventud Rebelde (JR) del pasado 31 de diciembre publicó una entrevista hecha por José Luís Estrada Betancourt a Miguel Barnet, presidente de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), donde éste se nos muestra como un demócrata y un intelectual tolerante. Es curioso que la edición de JR correspondiente al pasado domingo 10 de enero la ha reproducido. Por algo será, porque en Cuba la prensa oficialista no publica ni reitera nada gratuitamente.
Miguel Barnet es un poeta sensible y un buen narrador. Desgraciadamente detrás de un creador no siempre hay un humanista.
En Cuba hay muchos artistas y escritores que permanecen impasibles ante los abusos que cotidianamente se cometen contra los cubanos que defienden otro proyecto de país, distinto del impuesto por el castrismo. Para ellos, la exclusión política y social, las golpizas, las detenciones ilegales, la cárcel por motivos políticos y las masivas violaciones a la Constitución comunista no existen.
Cuando se trata de defender los derechos humanos de los palestinos, sirios, libios o de cualquier otro extranjero, esos ilustres no vacilan en levantar su voz y hablan del derecho a la diversidad, a la tolerancia, a la manifestación pública o a la asociación pacífica. Si es de una Dama de Blanco golpeada o arrestada arbitrariamente, para ellos se trata de una vende patria. Y si es un periodista independiente o un escritor al que se le excluye de toda la vida social, dicen que es un mercenario.
Con ambas calificaciones validan la violación de todos los derechos de esas personas. Así funcionan la hipocresía castrista y la conciencia de la “vanguardia” de la cultura cubana. Miguel Barnet está en ese grupo.
Barnet, ¿demócrata?
En la entrevista, titulada “Cuidar a Cuba como la casa”, Barnet declaró: “Debe haber un espacio amplio, donde todo quepa, aunque resulte incómodo, tenemos que saber vivir con el pensamiento de todo el mundo, siempre y cuando no corroa la esencia de la nación. Debemos aprender a dialogar con personas que no piensen exactamente como nosotros. Creo que es sano. Si no dialogamos no podremos convencerlas de los principios que sentimos que son los que son, y los que valen”. Y también declaró: “Mi aspiración es ver una Cuba creciente, cada vez más inclusiva, cada vez más democrática”.
Aunque el periodista no indagó acerca de lo que Barnet quiso decir con eso de “saber vivir con el pensamiento de todo el mundo mientras no corroa la esencia de la nación”, ni tampoco le preguntó acerca de lo que entiende por democracia, es evidente que estas declaraciones contradicen de plano al Barnet de meses recientes.
Porque este Barnet es el mismo que el año pasado asistió a la Cumbre de las Américas realizada en Ciudad Panamá, donde alentó a la turba castrista –dizque una representación decente de la “verdadera sociedad civil cubana”– a que no permitiera la participación de otros cubanos opuestos al castrismo, e incluso se solidarizó con la violencia ejecutada en contra de algunos opositores pacíficos cuando intentaron colocar una ofrenda floral ante un busto de José Martí, y fue de los que se opusieron a que esos cubanos expresaran sus puntos de vista ante diferentes comisiones plenarias, algo que fue rechazado hasta por simpatizantes del castrismo, quienes conocieron de primera mano la democracia isleña.
Este Barnet es el mismo que el pasado cuatro de diciembre, en el segundo Consejo Nacional de la UNEAC, refiriéndose a lo ocurrido en el Centro Cultural Fresa y Chocolate el 28 de noviembre del 2015, dijo, según fue publicado en el periódico Granma del cinco de diciembre del 2015: “Indignados por esta situación que se creó el pasado sábado, creo que nuestro Consejo debe pronunciarse en apoyo a las instituciones y a los creadores revolucionarios. No podemos permitir que la contrarrevolución se mezcle con nuestros artistas en el espacio de libertad y diálogo fundado por la política cultural de la revolución desde las Palabras a los Intelectuales de Fidel”.
Y según pude ver en el noticiero nacional de televisión, terminó sus palabras levantando el dedo índice de su manita derecha, en ridículo remedo de su admirado comandante: “Su pensamiento y su obra, magistralmente continuados por Raúl, nuestro presidente, nos han guiado hasta aquí. Fidel y Raúl, como nosotros, como los fundadores de esta UNEAC hará muy pronto 55 años, somos herederos del ideario de José Martí, Apóstol de nuestra independencia”.
Es decir, por un lado está el Barnet que incita al sostenimiento de los principios revolucionarios –léase la intolerancia y la exclusión a todo lo que disienta– y por otro el que dice creer en el diálogo amplio donde quepan todos los cubanos.
Ante tal dualidad he llegado a preguntarme si estará “chochando” o si se trata de otra puesta en escena para pescar a los incautos que siguen creyendo que en Cuba hay una revolución y, para colmo, que es democrática y martiana; o peor aún, que se democratiza.
Sus declaraciones me han recordado los carnavales de mi natal Cienfuegos a principios de los sesenta del pasado siglo. A quien se disfrazaba se le decía “mascarita” y una vez reconocido tenía que quitarse la máscara ante su descubridor. En este caso, cualquiera que conozca al ilustre personaje y haya leído su obra puede decirle: Tú andarás con pies de gato, pero no me engañas mascarita.