LA HABANA, Cuba -Un japonés jamás lleva a su mejor amigo a la casa. Sabe que éste terminaría enamorándose de su esposa. Si los japoneses piensan asi, mucho menos llevarían a casa a un amigo dictador.
Pero Gabriel García Marquez necesitó un amigo que fuera dictador y prefirió ir a su casa. Quizás tenía necesidad de transmitir a sus lectores ese terrible sentimiento de soledad que siente un hombre en el poder, las atrocidades que comete y la zozobra que padece para conservarlo.
El resultado de ese conocimiento fueron tres de sus grandes obras: El general en su laberinto, El otoño del patriarca y El coronel no tiene quien le escriba.
El Premio Nobel de Literatura era un hombre sencillo, sin ínfulas de nada. Dicen que por primera vez le llamó la atención ese ¨poder¨, cuando de un despacho de gobierno vio salir de espaldas a un militar perdedor. Amenazaba con un arma y enfangaba con sus botas la alfombra. ¿O fue cuando vio el cuerpo embalsamado de José Stalin en la Plaza Roja de Moscú?
Así nació el dictador garcíamarquiano de su literatura y así surgió sobre todo su deseo de conocer la psiquis de un dictador. A pesar de que en aquellos momentos, finales del cincuenta del siglo pasado, había varios a su alrededor, escogió a Fidel Castro. Hablaba su mismo idioma, poseía su misma idiosincrasia latina. Era, como le había dicho en 1956 el poeta Nicolás Guillén: ¨Un muchacho muy espigado, terco y medio loco¨.
A la luz del tiempo, la trayectoria amistosa de García Márquez con el Comandante Invicto, no está del todo clara. Se supo que cuando presenció el juicio contra el militar de Batista, Sosa Blanco, se impresionó tanto ante aquel circo romano, que no pudo escribir nada sobre el abominable espectáculo y que firmó la revisión del proceso, a petición de las hijas del reo, porque era evidente que el tribunal inexperto se apresuraba demasiado.
El 4 de abril de 2005 no apoyó ni firmó una carta de intelectuales, para contrarrestar lo que Fidel Castro llamó ¨maniobras contra Cuba¨ del Imperialismo, al ser sancionado el gobierno de la Isla por violar los Derechos Humanos.
¿Sería esa la razón por lo que Fidel Castro no tuvo reparos en hacer públicas las labores que realizó García Márquez en 1998 en Estados Unidos, a favor del régimen castrista y a petición suya? ¿Qué habrá sentido su amigo Gabo al despertar aquella mañana del 20 de mayo de 2005 y escuchar lo que jamás pudo imaginar que ocurriera? ¿Su amigo lo traicionaba? Se habrá preguntado.
Sus dos últimas visitas a Cuba fueron un misterio para la prensa nacional y extranjera. El 14 de marzo de 2007 Fidel le comenta a Hugo Chávez que ¨Esta mañana tuve la visita de Gabo, que se me apareció por aquí¨. Nada más se anunció en la prensa.
En diciembre de ese año, García Márquez se pasó un mes en La Habana y no pudo ver a su amigo el dictador. ¿Qué ocurrió en realidad entre estos dos hombres, al final de sus relaciones? ¿Por qué Fidel Castro, cuando muere Hugo Chávez, lo llama ¨el mejor de los amigos¨, en una Reflexión del 11 de marzo de 2013 y al morir García Márquez, el 17 de abril de 2014, ni una letra le dedica en sus periódicos?
¿Es que en realidad nunca se sintió un verdadero amigo?