Sábado 23 de febrero de 2013
LA HABANA, Cuba, febrero, 173.203.82.38 -Hace un lustro, el entonces canciller cubano Felipe Pérez Roque firmó en Nueva York dos importantes documentos avalados por las Naciones Unidas: Pacto de los Derechos Políticos y Civiles y Pacto de los Derechos Económicos Sociales y Culturales. Ese 28 de febrero de 2008, Pérez Roque realizó el más importante de sus actos como diplomático designado “de dedo” por Fidel Castro.
Cuatro días antes, el hermano menor de Castro había sido ratificado al frente del Estado cubano. Se cumplía la primera década de populismo Chavista en la Venezuela petrolera, y los norteamericanos ponían fin con su voto a la “era Bush”, dando paso a los demócratas, con Obama colocado como presidente.
Raúl Castro heredó un estado con deudas internacionales enquistadas y con la credibilidad seriamente dañada en este acápite. Desde el año 2005, Cuba se retiró, en estado de marginación, de la órbita de beneficios derivados de los créditos para el desarrollo de la CEE. Desde el año 1996, la “Posición Común”, encabezada por España, condicionó la mejoría de los nexos económicos con la Isla, al respeto de los derechos humanos.
Como respuesta, el castrismo aprobó, dos años después, la Ley 88, o “Ley Mordaza”, colocando una verdadera espada de Damocles sobre las cabezas de los periodistas independientes y de los objetores de conciencia en la Isla. Esta espada fue manipulada con fuerza, durante las detenciones y procesos políticos que llevaron a prisión a 75 opositores en la denominada “Primavera Negra”, del año 2003. También tuvo lugar la sentencia cumplida de fusilamiento contra tres jóvenes cubanos, uno de ellos menor de 21 años, que intentaron secuestrar una lancha de pasajeros en ese propio año.
En febrero de 2008, el gobierno cubano se comprometió, como parte de la firma de estos pactos firmados por Pérez Roque, a dar los pasos necesarios para ratificarlos. Este compromiso implicaría profundas transformaciones en Cuba a nivel constitucional y por tanto a nivel político, social y cultural.
En ese momento el país se encontraba, otra vez, metido en una burbuja de supuesta mejoría económica, como resultado de la profundización del intercambio comercial con Venezuela y los acuerdos económicos con China y Bielorrusia. Un año antes, Raúl Castro se lanzó a averiguar en qué atmosfera tendría que gobernar e intentó un ejercicio de dialogo del gobierno con la población. De cara al mundo, comenzó un proceso de lavado de imagen que tuvo uno de sus puntos culminantes precisamente el 28 de febrero de 2008, con la firma de los pactos antes mencionados, en la sede de la ONU. En esa ocasión, el periódico Juventud Rebelde publico la nota de prensa anunciando este acto.
Cinco años después, el gobierno cubano no ha ratificado el Pacto de Derechos Políticos y Civiles y tampoco el Pacto de los Derechos Económicos Sociales y Culturales. El pasado 2012 fue uno de los más duros para la disidencia interna. Los órganos represivos del régimen pusieron en práctica métodos de coacción consistentes en la detención violenta, el secuestro y la desaparición por cortos periodos de tiempo. En este sentido fue particularmente extrema la ola de arrestos perpetrada durante la visita del Papa Benedicto XVI a Cuba, en marzo.
También ha sido fuerte la presión sobre espacios alternativos como Estado de SATS. Precisamente, el gestor de este espacio, Antonio Rodiles, es uno de los coordinadores de la campaña denominada “Por otra Cuba”, la cual exige al gobierno la ratificación de los pactos. La campaña incluye la recogida de firmas como parte de una demanda ciudadana para que el castrismo cumpla con esta ratificación y dé paso a cambios profundos y reales en el país.
El próximo sábado 23 de febrero tendrá lugar, en la sede de Estado de SATS, ubicada en primera y sesenta, Miramar, un debate público relacionado con este asunto.
A cinco años de la firma de los pactos, Cuba se encuentra a medio camino entre cambios cosméticos y medidas económicas de corte cada vez más neoliberal. Válvulas de escape como la recién aprobada nueva Ley Migratoria, aliviarán la presión momentáneamente pero no impedirán que la población cubana empiece a hacerse preguntas más concretas sobre su futuro y el futuro del país.