LA HABANA, Cuba, agosto,www.cubanet.org – La pobre actuación de la delegación cubana en el recién concluido XIV Campeonato Mundial de Atletismo no debe de contemplarse como un episodio aislado, es el descalabro general que afronta el deporte en la isla.
Se manifiesta en el estancamiento del béisbol, en el alarmante retroceso del voleibol, en el despegue que no acaba de producirse en el fútbol, en actuaciones internacionales que no convencen en natación, baloncesto o el propio atletismo.
Debemos destacar al pésimo estado en que se encuentran muchas instalaciones, especialmente las del deporte en la base, y también las irregularidades en el funcionamiento de las escuelas deportivas.
A la hora de buscar las causas del desastre habría que referirse a la debacle económica que enfrenta el país, que obliga a reducir presupuestos y cancelar eventos; la corrupción que a todos los niveles corroe al engranaje deportivo; y la poca o ninguna atención que reciben muchas de las principales figuras del deporte en la isla, lo que alienta las deserciones de atletas y entrenadores.
El declive del deporte es consecuencia de la crisis global que padece la sociedad cubana.
Nos fuimos al Parque Central de La Habana, adonde una de las más importantes peñas deportivas de la capital. Aunque no habían tantos fanáticos como cuando los Industriales discuten el campeonato, un grupo discutía la participación del equipo de Ciego de Ávila en el World Baseball Challenge de Canadá.
Algunos alababan la labor de los peloteros avileños— hasta ese momento invictos en el certamen—, mientras otros insistían en que esta vez los enfrentados no tenían la calidad de los Clásicos Mundiales, en fín, que el de Canadá no era un certamen de primer nivel.
Bastó una pequeña referencia al atletismo, para que los asistentes cayeran en pandilla en el Campeonato Mundial de Moscú. Enseguida salió a relucir la desatención— sobre todo financiera— que sufren nuestros principales atletas. Un peñista citó a Dayron Robles, quien –según él– había decidido renunciar al equipo cubano y comenzar a correr por otro país debido a que el INDER se quedaba con una parte del dinero que el corredor ganaba en las competencias internacionales. Y ahí mismo, un hombre, entrado en años, se lamentó de que no contábamos con velocistas, y lo contrastó con el esplendor de otros tiempos, cuando sobresalían los Figuerola, Miguelina Cobián, Silvia Chivás, Pablo Montes, Silvio Leonard.
De inmediato, un joven apuntó que eso se debía a la corrupción que reina en las escuelas deportivas. “Figúrense ustedes— recalcó el joven— que hace tres o cuatro años la familia de un gordito que vive en mi edificio, para evitar que tuviera que becarse en el campo, le compraron una plaza en el área de velocidad en una escuela deportiva. Ese grasiento debe de haberle quitado la plaza a otro que podía haber ganado una carrera internacional”.
¡Qué horror!, fue la expresión de los presentes. Y a renglón seguido, todos comenzaron a hablar del abandono de las instalaciones deportivas, lo que impide la práctica del deporte en los barrios. Piscinas sin agua, pistas de atletismo cubiertas por la hierba, y tabloncillos de baloncesto sin aros abundan por doquier. Fue inevitable que, viniera a mi mente El Pontón, la instalación de la calle Manglar, en Centro Habana, donde surgieron tantas figuras del deporte cubano. Hoy al Pontón solo le falta el ganado para que parezca un potrero.
Y qué decir de aquellos buenos eventos internacionales que antes se organizaban en Cuba. ¿Dónde están las vueltas ciclísticas a Cuba, o las estrellas del boxeo que venían a los Córdoba Cardín, o al Memorial Barrientos de atletismo, o aquellos ajedrecistas de la élite mundial que participaban en los Torneos Capablanca?…
De vuelta a mi casa, tomé el periódico Trabajadores (del lunes 19 de agosto) y me topé con un artículo del periodista Joel García acerca del Mundial de atletismo. Después de lamentar la raquítica actuación cubana, el articulista asume una visión optimista con respecto al futuro. “Si talento y conocimiento científico hay por montones en el país, ¿qué falta entonces? Digámoslo sin miramientos: trabajo creativo, organizado y ser más precisos en los recursos a invertir. Lo demás, nace solo”.
Permíteme decir, amigo García, que el mal es más profundo: mientras persista la actual situación política, económica y social del país, le será difícil al deporte cubano salir de la postración en que se encuentra.
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