Y tienen razón. De espacio de debate intelectual, Estado de Sats ha pasado a ser otro proyecto opositor. En Cuba, a estas alturas del campeonato, todo se politiza. Y de qué manera. ¿Cómo no iba a politizarse Estado de Sats?
¿Acaso esos mismos jóvenes creadores no reclamaban espacios para expresarse libremente? ¿No querían debates? Si les bastaba con la muela ambigua, los circunloquios y la metatranca habitual, se hubiesen quedado con los Últimos Jueves de la revista Temas o hubiesen salido a buscar los números más recientes de Espacio Laical.
¿Cómo no les da el repeluco a esos creadores tan posmodernos y descontextualizados y que consideran que es de mal gusto la política cuando la UNEAC o la UJC los convoca a abogar por la liberación de los Cuatro, el levantamiento del embargo-bloqueo o cualquier otra pachanga castrista?
Los mismos que posan de liberales, fingen creer que hay una apertura en marcha, se blindan la cara y el carapacho y hacen murumacas y acrobacias para no arriesgar sus premios y viajes, la dicha del poder estar –¡ay, Julio Iglesias!- de aquí para allá, de allá para acá…
Los hay que luego de salir del último guateque oficialista al que fueron convocados, dicen sentirse tan desconectados de la revolución como de la contrarrevolución, que son los términos con los que se sienten más cómodos –por convención, costumbre o inercia- para referirse a la dictadura y a los que se le oponen. Tan maniáticos son de la meta-jerga castrista que se empeñan también en calificar de “contrarrevolucionarios” a los corruptos del gobierno que traban porque no les convienen las reformas que no son tales.
Pero particularmente muestran su desconexión con los anticastristas. Si ya hasta el término empieza a sonar tremebundo hasta para algunos que se decían disidentes. A ese paso, muy pronto va a haber que tener talla extra de osado para proclamarse anticastrista.
A los opositores les achacan todo tipo de errores; desfase, obstinación, falta de realismo. Se les exige perfección supra-humana, como si tuviesen que estar completamente liberados de los vicios y lastres del sistema, los mismos que sus críticos también arrastran, pero duplicados, por la falta de vergüenza…
Llama la atención con cuánta ligereza juzgan a opositores y disidentes algunos recién asomados del capullo que hacen pininos de iconoclastas y libertarios, siempre que no implique rupturas traumáticas con los presupuestos básicos de lo que hasta la semana pasada llamaban “la revolución” y que ahora con tanto birlibirloque, perfeccionamiento mercantilista-timbirichero del socialismo y confusión de lenguas, ya no saben cómo coño nombrar sin que suene demasiado feo.
Uno se pregunta si lo que saben estas personas que opinan tan festinadamente de los opositores y que los hace sentir tanta aprensión por ellos, será algo más sustancioso que las sandeces que habitualmente repiten el periódico Granma, los blogs oficialistas y las damas y los caballeros de la Mesa Redonda.
A la mayoría de estos personajes, su desconfianza por la disidencia, la de verdad, de la que no quieren saber ni que les cuenten, y por Miami, del que solo le interesan los viajes, los dólares y la pacotilla, les sirve para justificar su miedo y su inacción. No le den más vueltas. Es así de sencillo.
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