LA HABANA, Cuba.- “Las tiendas están vacías”, afirma Ana María después de un recorrido por varios centros comerciales, donde pudo constatar la ausencia de aceite, productos cárnicos y artículos de aseo personal y para el hogar. “Estoy cansada de caminar, de montarme en esas guaguas llenas de gente sudada y apestosa encima de mí. Es mucho el calor y casi no sacan desodorante ni perfume”. Y concluye: “Bueno, en las boutiques sí vi perfumes, pero carísimos.”
Y es que la escasez ha estado presente en nuestro país desde 1959. A través de estos años ha habido sucesivas etapas tanto de desabastecimiento parcial como de crisis totales. Esta es una de esas últimas, agudizada por la cacareada prioridad al turismo y a la exportación; por esto cuando sacan alguna mercancía para la población, ya sea en centros comerciales o tiendas en divisa (shopping) o en los llamados MAI (Mercados Artesanales Industriales en pesos cubanos), es una cantidad insuficiente que usualmente sólo alcanza para quienes ya están en la tienda o en los alrededores y se deciden a hacer la cola –no olvidemos que, ante la escasez, cuando podemos compramos un poco más de lo “normal”–.
Sin embargo, no todos salen a recorrer las calles como Ana María. Hay quienes tienen teléfono y llaman una y otra vez a las tiendas tratando de localizar dónde han surtido. Hace unos días, me comentaba una vecina anciana que llama porque tiene problemas en las piernas y no puede caminar por gusto. Alega que se debe tener paciencia, porque a veces da timbre y timbre y no contestan. Otras, le cuelgan antes de terminar de preguntar, y concluye: “Que llame no quiere decir que encuentre lo que busco”. Ella ha hecho un directorio telefónico de las tiendas de Lawton, que son a las que puede llegar.
Pero no todos tienen teléfono fijo –ni paciencia– como mi vecina. Es por eso que, cuando en el mes de mayo ETECSA anunció una nueva aplicación para teléfonos móviles, del grupo empresarial CIMEX, con el nombre “¿Dónde hay?”, que permite a los usuarios localizar productos (más precio y disponibilidad) de la cadena de tiendas Panamericana, esta fue muy bien recibida por la población, que la percibió como un gran adelanto, pues debía evitarnos la molestia de caminar inútilmente o perder tiempo llamando por teléfono en busca de algún artículo.
Pero a medida que los usuarios empezaron a emplear la aplicación –que funciona a través de la conexión de datos–, el desencanto una vez más se hizo presente. Ya hay quien la ha rebautizado como “¿Dónde hubo?”, porque son muchas las personas que localizan un artículo y cuando llegan a la tienda no lo encuentran. Así le sucedió hace unos días a Pedro, que localizó por la aplicación pollo en la tienda de Dolores y Acosta, pero cuando llegó al lugar le dijeron que hacía días que no tenían pollo.
Por su parte, Sandra estaba buscando un ventilador de mesa y lo localizó en el Complejo Industrial de Puentes Grandes. Apunta que en la aplicación aparecían varios modelos de diferentes precios, pero al llegar, la realidad era que no los había.
Un joven que vende artículos variados por encargo afirma que los primeros días “¿Dónde hay?” funcionaba bastante bien: siempre encontraba las cosas donde las localizaba y así ahorraba tiempo y gasolina. Sin embargo, ya no utiliza la aplicación, explica, porque “se ha convertido en un desastre, como ocurre con todo cuando no se exige”.
Ahora bien, resulta necesario aclarar que la efectividad de esta aplicación radica en su oportuna actualización. ¿De quién, pues, depende esta? Varias personas que frecuentemente la revisan, me han señalado que nunca han visto una fecha de actualización más reciente que la del día anterior. ¿Es que los administradores de cada tienda no actualizan debidamente sus inventarios? ¿Dónde queda entonces la protección al consumidor?