MEDELLÍN, Colombia.- Envueltos en un proceso de paz y reordenamiento social que intenta acabar con décadas de violencia extrema, pobreza y marginalidad, la creciente migración venezolana hacia Colombia comienza a poner los “pelos de punta” a la ciudadanía de este último país.
El presente éxodo de venezolanos, considerado como el más grande en la historia del país andino, va tomando un ritmo acelerado. En ciudades importantes como Medellín, los migrantes venezolanos pululan en semáforos, bulevares y candongas, a donde asisten para ganarse la vida vendiendo artículos de muy mala calidad o realizando trabajos que los ciudadanos naturales evitan.
De manera oficial, la oficina de Migración Colombia refleja que en el país habitan poco más de 160 mil venezolanos, de los cuales solo unos 60 mil poseerían estatus legal.
Sin embargo, estudios de instituciones nacionales e internacionales aseveran que la cifra de ‘venecos’ ya supera el millón (casi el dos por ciento de la población), convirtiendo a Colombia en el principal receptor dentro de una lista que ya incluye a 98 países. Por otra parte, algunos reportes desde la frontera dan cuenta de miles que a diario cruzan a comprar alimentos y otros artículos. Las cifras hablan de unos 55 mil que entran y se regresan cada jornada.
Para los colombianos, sobre todo para los sectores de menos recursos (conocidos como los estratos 1, 2 y 3), el principal problema es la competencia que suponen los venezolanos en un mercado laboral cuya tasa de desempleo asciende al 9 por ciento de la población (aproximadamente 4 millones), según el departamento de Administración Nacional de Estadísticas de Colombia.
Cristian Liguano, uno de los tantos residentes de Medellín que a diario recorren la ciudad en busca de empleo, señala que desde que se destapó la oleada migratoria se ha vuelto “el doble de complicado” encontrar un trabajo no profesional.
“Hay muchos venezolanos dando vueltas por ahí, está muy difícil conseguir ‘camello’ –trabajo– porque ellos vienen necesitados y los patrones –dueños de negocios– ganan más contratándolos por menos ‘plata’ –dinero–“, dijo Liguano.
Precisamente, el gobierno anunció que durante el primer semestre del año impuso sanciones a 500 empresas por dos motivos fundamentales: contratar venezolanos que se encontraban ilegales en el país, muchos con antecedentes penales y, además, por devengarles salarios por debajo del mínimo establecido, unos 263 USD aproximados en relación a la tasa de cambio vigente.
La historia de la emigración entre los dos países tiene una larga data. Una década atrás eran los colombianos quienes marchaban hacia la nación de Bolívar huyendo de la violencia o en busca de mejoras económicas.
No obstante, desde la perspectiva de Milita Avellano, desempleada que por sus 50 años se le hace más difícil aplicar para algún puesto de trabajo, las dificultades que va generando la crisis migratoria supera el sentimiento de gratitud que de manera general existe hacia los venezolanos.
De acuerdo con Avellano, negocios que habitualmente tenían vacantes, como restaurantes, bares, almacenes y fábricas, ahora están ocupados por mano de obra venezolana.
“Enseguida te das cuenta por el acento que hay varios (venezolanos) trabajando allí. Están pasando por una situación compleja, pero no podemos pasar hambre para que ellos coman. En mi caso el dueño de la casa donde vivo me puede echar si no consigo ‘plata’ rápido para pagar la renta”, comentó Avellano.
Otras de las consecuencias aparejadas a la crisis migratoria es el aumento de la delincuencia en las calles de Colombia. Reiteradamente son noticia los enfrentamientos entre venezolanos que se disputan los semáforos y otros espacios propicios para ventas ambulantes.
Más de 300 se encuentran a disposición de la justicia colombiana, según los informes policiales emitidos a los medios de prensa locales. Cifras del Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario (INPEC) (último informe Mayo 2017), señalan que los emigrantes encarcelados cometieron, principalmente, delitos como atracos, tenencia ilegal de armas de fuego, estupefacientes y homicidios.
Víctor Gonzalo Pereira, miembro del cuerpo policial del área metropolitana del Valle de Aburrá –al igual que Medellín un municipio del departamento de Antioquia–, destacó que en uno de cada diez delitos se ve implicado un emigrante venezolano.
“Hemos ido comprobando que muchos terminan integrándose al crimen organizado por reclutamiento o simplemente por absorción. No tienen modo de ingresar dinero y terminan delinquiendo”, expuso Gonzalo. “También hay hechos aislados, la semana pasada un venezolano apuñaleó a otro hasta matarlo porque se estaba parando a vender en su misma calle”.
Desde el otro lado de la moneda, en medio de la crisis política, económica y social, cruzar la frontera rumbo a Colombia es la tabla de salvación para miles de venezolanos.
Es mejor venir a vender confituras aquí que seguir viviendo allá”, nos comentó Carlos Valdano, un carnicero del estado venezolano de Araguas que, cansado de pagar sobornos, decidió cerrar el negocio y comenzar desde cero en Colombia
“Todos los días cuando llegaba el proveedor había que entregar unos 20 kilos de carne al encargado de la policía, o de lo contrario te decomisaban la mercancía y ni a quien reclamar. La ganancia casi no alcanzaba para comer y además estaban todas las amenazas, ahora vendiendo unas docenas de caramelo puedo comprar una comida decente y me siento más seguro”, dijo Valdano.